domingo, 15 de diciembre de 2013

LA COPA DE VINO

            El que va a un funeral y no bebe vino, el suyo  va de camino. 

            No soy supersticiosa (ni na), pero una vez oí esa frase, y desde entonces, procuro ponerla en práctica. Por si acaso. 

           Hoy he tenido que  brindar  por la vida, y me ha  hecho reflexionar sobre los funerales, tema tabú en la sociedad hipócrita en la que vivimos. Los seres vivos (entre los que nos incluimos la mayoría de humanos), nacemos, crecemos, nos reproducimos... y evitamos hablar de la muerte. Y de cómo nos morimos, y de qué hacer entonces.

           Celebramos los funerales de forma totalmente convencional, con ritos estipulados, siguiendo leyes no escritas, casi coreografiadas, cuando la muerte y el tratamiento que hacemos de ella, debería ser tan variopinto como nosotros mismos.


           Así que, como autoterapia para sacudirme las tristezas, he decidido planear  mi funeral. ¿Ves? tema tabú. Si planeo el parto de mis hijos,  mi boda, o cualquier otro acontecimiento de mi vida, nadie  tuerce el gesto. Pero planear mi funeral, o mis voluntades póstumas, es de mal gusto, de chiflada, o de majarona perdía .

          Pues para que quede claro, por escrito, y en su momento rotunda o parcialmente ignorado por los que  decidan qué hacer con mi maraña de huesos y piel, os cuento como quiero que sean mis exequias.

          Ante todo, deseo estar muerta. Parece una tontería, pero lo considero fundamental. Y como segundo irrenunciable, que mis hijos asistan. En directo, o por poderes, pero vivos.

          Es mi deseo que mi cadáver no sea  públicamente expuesto, porque nadie sabe maquillarme como a mí me gusta. 

          Que no se comunique  mi fallecimiento en  redes sociales, sino de amigo a amigo. Si sólo acuden cinco, serán los buenos. 

          Prohíbo terminantemente que se publiquen esquelas. Primero, porque espero morir cuando ya no exista prensa escrita, y, segundo, porque no quiero salir en los periódicos por esa razón.

          Nada de flores. El que me las quiera ofrecer, que sea cuando yo las huela. 

          Nada de misas, ni ritos religiosos. Yo tengo mi propio dios,  y no exige teatros. 

          Procederá el responsable de los actos a preparar un salón, con paredes preferentemente azules, con sillas y sillones cómodos , y algunas mesas con canapés variados, queso del bueno y bombones. Cava, vino y agua.

          En dicho contexto, mis allegados se dedicarán a conversar, con fotos y recuerdos varios, al poder ser, contando todo lo divertido y bueno que recuerden de mi. Con un par de horas será suficiente. Todo ello amenizado con música de Bon Jovi, por supuesto. 

          Tras la celebración de mi existencia, haced el favor de derramar mis cenizas en la playa de mi retiro espiritual veraniego. Mis íntimos saben cual. 

          Y lo poco que quede de mis posesiones, que sea repartido entre mis hijos. Que se queden con algún detalle al que le tengan cariño, y den lo demás a quien pueda necesitarlo. Sé que no voy a dejarles riquezas que no sean del alma, así que no habrá disputas por mi herencia, porque los quiero por igual.

         Mi viudo, que se desenviude pronto. No soy egoísta, y será bueno que otra  disfrute la suerte que yo he tenido. Y no debe dejar de ser feliz porque yo falte.

          Si a pesar de mi vida, unos pocos  me recuerdan con cariño...estará bien. 

         Y no olviden la copa de vino...





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