No es tristeza el tinte sepia que le aja la cara, sino pena, que es cuando la tristeza duele porque te arañan el alma.
Sus heridas vivas son los momentos perdidos, los besos vacíos y los dados al aire por donde él pasa. Las horas a su lado, huecas. El malmesabe de la última noche, no por última, sino por condescendiente.
La pena de no haber gastado las caricias que le guarda, de que la siga queriendo sin dejar que lo disfrute, porque le sobra en la vida, porque no le hace falta.
Pena de un cariño con pasado y con futuro, que adolece de presente.
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