viernes, 13 de junio de 2014

COMER BALONES



                     Brasil celebra un evento que debiera tenerle exultante de alegría, con ambiente de carnaval permanente y presumiendo de lo que son en el fútbol y en el mundo... Pues me parece que no. No recuerdo haber visto nunca tanto brasileño  enfadado.

                     Desde hace semanas, leo y escucho  reportajes sobre la organización (más bien, desorganización...), los presupuestos desorbitados y perdidos, las  faraónicas obras a medio terminar,  y la barrera social que separa todo lo relacionado con el evento, de la  base social. 

                      No tengo, todavía, el placer de conocer Brasil, pero por muy  emergente que sea su economía, y muy encaminada que esté su estabilidad política, no hay que rascar mucho las hemerotecas para entender que sigue siendo un país con enormes desigualdades socioeconómicas.  Ni ser un erudito para entender que, donde millones de almas viven en la miseria, aunque cada vez sean más los que naden en oro, esos millones se van a sentir agredidos y ofendidos por el despilfarro que conlleva la organización de semejante evento. Por mucho que signifique el fútbol para Brasil, hace tiempo que saben que los balones no se comen.

                      Me encantaría leer en la prensa las crónicas  posteriores, relatando éxitos deportivos, halagos a la organización, seguridad, eficiencia de las autoridades y servicios y satisfacción generalizada de participantes, asistentes y anfitriones. Pero tengo esa sensación de anticipación amarga, el pálpito previo a la mala noticia. La certeza de que Brasil es un caldo de cultivo que se va recalentando, y que la resitencia de los que no pueden más, está en el limite. Y el que no tiene nada, lo puede arriesgar todo.

                     Los numerosos asientos vacíos de ayer, en el partido inaugural de Brasil, me resultaron inconcebibles, y aves de mal agüero.

                     Ojalá no pase. Ojalá todo quede en  protestas, manifestaciones, y llamamientos populares a la justicia, que habrá que valorar, y solucionar. Pero, sobre todo, que no sea un falso "no pasó nada", y que los brasileños que gritan por sus derechos, no lloren por  sus vidas, ni por sus libertades reprimidas para no molestar la vista de los visitantes. Que no sea verdad que se queman las fabelas para limpiar las calles. Que no sea cierta la matanza de niños sin nombre, de indigentes, de gente sin raíz, que no se construyan estadios de lujo  manchando los ladrillos de sangre y de injusticia.

                      Que no gritemos  oles a La Roja tan fuertes que no nos dejen oír a quien  pide pan en la periferia, convenientemente separados. Que no nos demos cuenta de lo que no hemos querido ver, cuando regalemos  más de 700.000 euros a los jugadores por....cumplir con su trabajo, mientras criticamos que el Nobel de Medicina,  tenga premio económico...Total, solo contribuye a salvar vidas.

                    Ojalá no sean ciertas las fotos y las noticias que he visto, y que entretener a las masas merezca las penas penadas.

                    Ojalá el mundial sea un buen recuerdo para los brasileños, aunque  no ganen el trofeo.


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