
Tal día como hoy, de hace 6 años, toda la familia esperaba a Mario, mi sobrino. Hacía años que sus padres lo buscaban, y meses desde que nos anunciaron su llegada.
Aguardábamos, ansiosos, el nacimiento de un bebé que, por genética, debía ser rubio, guapo, inteligente, bético, y cofrade. Y no falló ni una.
Mi profesión me brindó el privilegio de acompañar a sus padres en el momento del parto, y, más aún, de ser la primera de la familia en acariciar su cabecita, antes de salir de su mamá. Aún recuerdan mis dedos aquella pelambrera mojada, insistiendo en abrirse paso. Cómo se marcan en la memoria los momentos importantes...

No le gustan los besos que no sean de sus padres, y de tarde en tarde, nos deja darle un achuchón, así que cuando cuela, como que se agradece más.
Se me cae la baba cuando me dice "tita", porque hasta hace poco me llamaba "mamá de Dani", y me sonríe el alma cuando se da cuenta de que me fui a trabajar, o me manda un mensaje preguntando cómo estoy.
La vida no me permite estar tan presente en sus días como quisiera, pero espero que aprenda a quererme como yo a él, y que crezca contando conmigo, confiando en mi mano, que, al fin y al cabo, fue la primera de la familia que lo acarició...
Mil besos, Mario. Te quiero mucho.
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