Hay miradas que matan, caricias envenenadas, besos de Judas. Y abrazos mudos.
Hay cariños limpios, amores eternos, y quereres secretos. Todo cabe en el universo de las relaciones, entre animales mínimamente racionales.
Lo intolerable es jugar con el corazón del otro, cambiar las reglas del juego al son de las mareas propias, y culpar al destino, las circustancias, o la forma de ser, para justificar egoístamente las cobardías o los caprichos.
Ni en el amor, ni en la amistad, puede haber intermitencias. Puede doler, pero no hacer daño. Debe ser palpable, mostrado, porque los sentimientos que no se enseñan, se mueren.
Racanear los besos es despreciarlos, es asesinar el cariño, arrasar los sueños.
Y los abrazos mudos son un torniquete egoísta, que sólo alivia a quien lo da, pero no detiene la hemorragia del que lo recibe. Basta de abrazos mudos, que se desangra. Y sabes cómo salvarle.
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