miércoles, 20 de agosto de 2014

SILBATOS Y CORTINAS ANTIVIOLADORES

            No, mire usted, no...Llevar un silbato, o sentarnos al lado del conductor del autobús, no evita violaciones. Al violador le da exactamente igual. Le disuade tanto como  al cazador ver a la liebre cerca de la madriguera.

             El tema es demasiado serio y sangrante  para permitir torpezas, de forma y de fondo, por parte de las autoridades, al hablar de ello. De cualquier  ideología y época, por supuesto.

            Los consejos que evitan violaciones, son los mismos que evitan otro tipo de agresión o de víctima. No pueden, ni deben ser sexistas, ni culpabilizar a las mujeres, responsabilizar a nuestra conducta, nuestra actitud, o nuestro aspecto de semejante salvajada. 

            Aunque una mujer fuera desnuda por la calle, aunque lleve horas coqueteando, ningún hombre tiene derecho a tocarla si ella dice no. Claro que,  un hombre, una persona, no lo haría. Lo hacen las bestias,  los animales.

            Que cerremos las cortinas, que  cuidemos el escote o el largo de las faldas de nuestras hijas, que llevemos bragas reforzadas con púas, o nos vistamos con burkas, no evita las violaciones.

            Son de agradecer consejos como evitar sitios solitarios de noche, o mirar alrededor antes de  meterse en el coche, en un aparcamiento solitario. Eso lo hago yo, y mi marido, mi padre y mi vecino, porque es tan sensato como no viajar hoy a  Liberia  o a Gaza.

            Pero la única forma de  prevenir violaciones, es  que ningún hombre se crea con derecho a usar a las mujeres, y eso se consigue  con políticas de igualdad y con educación, por parte de las autoridades.  De cualquier ideología o época, repito.

          Si no viésemos a gitanos y negros como distintos, no los trataríamos como lacra o amenaza. Si los hombre ven como iguales a las mujeres, no cabe relación de superioridad, de dominio. No se creen con derecho a  golpear, a poseer,  a violar.

           Por supuesto que hay dementes, tarados, enfermos  mentales que violan por falta de control de impulsos. Pero como dijo el infame alcalde malagueño, en España se producen miles de violaciones al año, y no hay tantos violadores dementes. La tarada es esta sociedad.

          Que varios hombres lleguen a ponerse de acuerdo para  usar, vejar y agredir a una mujer de la forma más humillante y dolorosa, es algo muy serio. Por no hablar del vouyerismo sádico  que alimenta la difusión de semejantes grabaciones en redes sociales. 

           La violación es un crimen atroz. Cierto que no arrebata la vida de la mujer, pero asesina su integridad, su autoestima, y mutila su relación con el sexo. A veces no deja huellas físicas, pero siempre desgarra el alma.

            Aterra imaginar  el pánico, la impotencia,  el dolor y la humillación por la que pasan esas mujeres,  que les sigue torturando  después, tanto si denuncian como si lo callan. Hasta el punto de que algunas  no lo superan nunca, sobre todo si no pueden pedir ayuda. Y ninguna lo olvida jamás.

            Una violación es un acto tan cruel que se usa como arma de guerra. Es una prueba de la irracionalidad humana, pesadilla de las mujeres y de los  hombres que las quieren. 

            Obviamente  es un tema que despierta discrepancias, matices y discusión, y no voy yo a encontrar la solución a corto plazo, pero pongamos nuestro granito de arena, protegiendo a nuestras hijas, empezando por hacerles comprender, a ellas y a ellos,  lo iguales que somos. Vamos a respetarnos de una vez.

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