De nada sirve esta arenga entusiasta, este patético alegato del corazón a la cabeza, intentando mantener el calor y la dulzura que te guarda, a pesar te los desplantes, los destiempos y el desamor.
La cabeza es al corazón como la madre que saca las uñas por sus hijos, para que ni el aire les roce. La mía ya está cansada de reñirle a este miocardio impetuoso, rebelde, y medio salvaje, que no deja de correr hacia ti, husmeando las migajas que le arrojas.
La cabeza está indignada, harta, y rabiosa de repetir una y otra vez que ésta es la última que te consiente, que a partir de ahora, el corazón solo va a buscarte cuando lo trates como es debido, cuando le des el sitio que merece.
Y ahí estoy, con el corazón castigado sin salir, hasta que te ganes a la cabeza. Si es que te importa algo...
Entretanto, se me escapan latidos, negro sobre blanco.
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