domingo, 31 de mayo de 2015

NO ME PIDAN ILUSIÓN.

               La suerte me regaló un tutor enamorado de la Medicina de Familia, con el que afiancé mi vocación. Uno de los consejos que me dio fue que intentara no quemarme, que no me cansara de luchar contra el sistema infame en el que pretendemos ejercer una profesión  vocacional, con pretensiones de mejorar la vida del prójimo  a través  de su salud. Casi ná.  Eso fue hace doce años, cuando las cosas empezaron a ir mal.

               Estos días trato de encontrar dónde agarrarme para no agotar la moral que se me derrama. A mí, al Alcoyano...Siento confesar que no lo he conseguido.

               No pretendo aburrir lloriqueando mis vaivenes,  ni mis quebraderos de cabeza haciendo sudokus con los cuadrantes para conciliar los horarios de mi familia con mi carrera, porque yo elegí sacrificar la segunda para atender a mis niños lo mejor posible, pero la decisión dio lugar a que hoy,  mi curriculum se ha quedado muy por debajo de mis compañeros de promoción, y en lugar de tener un  puesto más o menos asentado como la mayoría de ellos,  llevo años soportando la tortura de ser eventual del SAS.

                Durante un tiempo  encadené contratos  a 150 km. de mi casa, para conseguir cierta estabilidad, con la única compensación de  trabajar con los mismos compañeros y pacientes, continuidad asistencial y trabajo en equipo, básicos en Atención Primaria de calidad.  Fue suficiente para mí hasta que el agujero del carburante en mi bolsillo,  mi cansancio, y el de mi familia,  dijeron  basta ya. 

                Desde entonces,  solo acepto contratos a menos de una hora de  carretera, y en los últimos cinco meses he trabajado en  cuatro distritos sanitarios distintos,  y once centros de salud diferentes, sustituyendo a veintitrés  médicos,  ejerciendo de médico de Familia,  de Pediatra  y en Urgencias. Mis contratos son al 75%(de jornada,  sueldo y cotización) , durante un mes como máximo y excluyendo los festivos.

                No tengo ningún control  sobre mi agenda, ni me permiten elegir  los días que me corresponde descansar, que dependen de las necesidades del servicio, y pueden cambiar de un día para otro,  o incluso el mismo día. No voy a tener vacaciones, porque no puedo acumular los dias de los diferentes contratos,  ya que   nunca sé si  trabajaré el mes siguiente, ni dónde, así que este año, mi familia se va sin mí. 

                 Tampoco se me ofrece formación,  porque no va a invertir en mí quien  no sabe si le generaré beneficio.

                 He llegado a plantearme, como cualquier maltratada (salvando la enorme diferencia), que  la culpa sea mía, por no haber estudiado más ni aceptar  todo contrato que se me ofreciera, como me han llegado a espetar  mis propios compañeros, pero resulta que no me puedo arrepentir de pretender tener vida  propia. 

                 Es el sistema el que falla, no nosotros, los eventuales. Falla este  engranaje monstruoso,  que  trata a sus excelentes activos como bayetas,  como felpudos, como fungibles. 

                No voy a dejarlo, porque no puedo. Pero si que tiro la toalla. A partir de ahora seré el médico de la consulta que me toque, tratando de hacer lo mejor posible el trabajo que se me encomiende ese día. Y punto. Renuncio  a la atención integral del paciente,  la continuidad asistencial, el abordaje familiar, y a las ganas de trabajar por una sanidad con garantías.

               No me pidan  ilusión, porque  me la han arrebatado.

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