jueves, 25 de abril de 2013

YO NO SOY FELIZ

           Un amigo solía preguntarme, de cuando en cuando, si era feliz. Creo que siempre contesté que sí, y a veces, cuando se iba, satisfecho con mi respuesta, miraba para los lados para ver si alguien se  había dado cuenta de mi mentira.

          Hay preguntas que no tienen respuesta categórica. ¿Hace frío? ¿Es muy mayor? ¿Te gusta leer? ... Pues depende. Depende de la referencia. 

          Ser feliz también depende de la referencia. No estoy descubriendo la panacea, ya...Pero hay días en que la vida se te muestra preclara, nítida, y la entiendes de golpe. Como las derivadas y los logaritmos en matemáticas: son confusos e inexpugnables, hasta que un día...los comprendes. (Me cuentan que pasa, yo me quedé en las ecuaciones de segundo grado, poco más...). 

         Hoy es uno de esos días. Tengo la sensación de calma tras la tormenta (las puñeteras hormonas del infierno femenino, son como virasis, que lo pasas mal cuando las sufres, pero refuerzan tus defensas...). Y en la calma de mi café con leche desnatada, edulcorante, tostada integral y margarina con esteroles vegetales (operación bañador, que bikini sería pretencioso...), desayuno entre rosales, yerbabuena,  y aroma de ropa tendida. Mucho mejor que escuchar las noticias, que lo único bueno que tienen es la previsión meteorológica.

        Yo no soy feliz. Pero tampoco creo que lo sea nadie. Ser feliz es un estado rotundo, absoluto, en el que TODAS tus expectativas se corresponden con la realidad. Y a mí no se me cumplen todas. Para que ocurra, tienes que tener unas expectativas muy bajas, que no es el caso, o una suerte inmensa. Y vivir poco tiempo, porque ambas son perecederas.

         Lo que sí atesoro son muchos momentos felices. Más que la mayoría, lo reconozco. Y esa concatenación de microfelicidades es la que se me sube a la cara.

         Mis padres viven(no existen, viven!), y me dejan vivir. Mis hijos crecen, dándome cada día esa ambrosía que sólo dan los hijos. Mi marido es mi amigo, mi compañero, y sigue siendo mi amante, con todas las ganas del mundo. Mis hermanos lo son, y tengo más de cinco amigos.

         No tengo, en cambio, el trabajo que quiero (aunque sí la profesión), tiempo para escuchar a mis hijos, amar, reírme contigo, leer, escribirte lo que siento. Me frustra saber que no puedo recorrer el mundo, aprender a cantar y a bailar, cantarle las cuarenta a más de uno, llevar una 38 siempre, o ponerme tanga en la playa. Me quedaré sin tener más niños, sin ser una eminencia en Medicina, sin liarme con mi Dios, sin desplatonizar algunos amores, y sin gozar otros cuerpos que deseo.

         Me quedo con tu mano en la mía, tumbados en la arena de la playa, escuchando reír a los niños. Con el beso en la espalda a media noche, porque te has despertado y te alegras de verme ahí. Y con los gemidos consecuentes a tu alegría. Con la risa de mi amiga, que le sale del alma cuando le cuento mis cosas. Con la carrera de mi niño para besarme cuando llego a casa. Con la mirada de mi niña, acurrucada en mis brazos cuando me cuenta un secreto. Con el "gracias doctora" cuando alivias el dolor o el miedo. Con la lista de mis recuerdos buenos, que ridiculiza la de momentos malos. Y con la sonrisa satisfecha de mi amigo, al que no le interesan los detalles.

        Y con mis sueños. Con mi mundo particular en el que soy perfecta. Y donde planeo mis próximas microfelicidades. Tengo pendiente el bocadillo de mortadela en el Etna, volar en globo, viajar con los enanos, y hacerte sonreír entre las sábanas. 

       Me encanta no ser feliz.

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