jueves, 23 de abril de 2015

TARDE DE FERIA

                    Igual no te acuerdas de aquella tarde de Feria... 

                    Nos citamos en la Portada, como dos catetos. Para no faltar a mi costumbre, yo llegaba tarde,  y tú esperabas, tan guapo como siempre, pero más, asomado al paseo de caballos, con sonrisa seria, como si entendieras de enganches y carruajes. 

                   Me acercaba por Gitanillo de Triana cuando te vi de lejos,  y no sé cómo me adivinaste, pero de repente, giraste la cabeza y me miraste como si no hubiera nadie alrededor, ni en la Feria, ni en el mundo. 

                   Tu cara era un poema. Nunca me habías visto de flamenca,  y años después me dirías  que el único sitio donde me veías más guapa que en la Feria era entre  tus sábanas. Ciertamente,  una mujer de flamenca  se mueve y mira distinto,  se luce distinta,  y el marco de casetas, farolillos y volantes, favorece hasta a los palos de escoba.



                  Si guapo te veías de lejos, más guapo de cerca. Tu beso bajo la Portada no me supo todavía a manzanilla,  sino  a requiebro puro y deleite. De paseo por el Real,  me cogiste de la cintura,  que de la mano era muy lejos. Tu cara se peleaba con  las flores de mi pelo cuando me besabas,  y perdí  peinecillos en alguno de tus abrazos.

                  No dejaste de mirarme en toda la noche, incluso cuando no me mirabas. Confesaste luego que te  encandilaron el cimbreo de mi talle y el roneo  de mis manos al bailar, y que  las palmas se te iban de compás si  no bailaba yo con ellas.

                  Cuando por fin se te puso cuerpo de Feria y me sacaste a bailar, se me subieron los colores y  se me alegró hasta el traje. Qué bonito es bailar sevillanas con ese al que quieres, cuando levantas las manos al son de la guitarra, pero queriendo enredarlas con las suyas. cuando taconeas con ganas de acercarte a él, y tus caderas mueven los volantes, queriendo bailar con las suyas. Su mano en tu cintura te parece la más sensual de las caricias, sus ojos te regalan el piropo más descarado,  y cada cruce es bienvenida y adiós al mismo tiempo,  una promesa de obligado cumplimiento. 

                  Y así fue. 

                 Cuando llevaba horas encendido el alumbrao, me cogiste de la mano y me  robaste de la caseta. Colocaste el mantón sobre mis hombros, rozando el escote con tus dedos,  y me besaste tan dulce, que hasta nos jalearon los que pasaban.

                 Ya en la habitación, entre besos y susurros,  me fuimos quitando los avíos,  y cuando apenas quedaban unas horquillas en mi pelo,  no esperaste más, y bajaste lentamente la cremallera de mi vestido. Detrás de la cremallera bajaban tus manos, hartas de acariciar por fuera, de contar los lunares del vestido, queriendo contar los míos, cansadas de batir palmas, en vez de recorrer mis piernas.  Nos quisimos  por sevillanas lentas, de las que sólo bailan los que saben, porque hay que acompasar el movimiento de las manos y las cinturas a los caprichos del deseo....de la música....del compás...Parecía que llevábamos bailando toda la vida, y hasta el Pali,  de habernos visto,  nos habría sacado una sevillana.

                  Que arte más grande, quererte por seguidillas. Que suerte que me quieras tanto, también en la Feria,  y que lo sepa Sevilla.

                  Tú,  igual no te acuerda de aquella tarde....porque  todavía no nos ha pasado....

                  Todavía. 

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