martes, 7 de abril de 2015

POR SEGUNDA INTENCIÓN

                         Cada día,  el silencio al que me sometes termina siendo una doble victoria. Tuya, porque puedes, y mía, porque lo soporto. 


                         No es cierto que lo que no te mata te hace más fuerte. Lo que no te mata, te hiere, y la herida se encostra, se encalla, la metaplasia termina siendo córnea, y la confundimos con armadura, pero al final, bajo la cota de malla, subyace la tara, la llaga  abierta. 

                         Yo ya he aprendido a curarme por segunda intención. Cada vez que me dañas,  reviso la herida a diario,  elimino los esfacelos con mi amor propio,  rasco el fondo con pundonor hasta que sangre y cuando  el tejido de mi alma me demuestra que sigue vivo,  lo cubro con otros besos, otras miradas y otras caricias diferentes a las tuyas. Y ahí voy, sanando desde dentro. 

                        Soy de buen cicatrizar,  no me vas a ver queloides,  ni tatuajes.  Y no voy a curar en falso. Tu forma de dañarme, no es tan virulenta  como eficaz mi medicina. 

                        Me darás la razón cuando vuelvas a verme desnuda, pero
no puedas tocarme. Cuando nos crucemos porque no te de tiempo a cambiar de acera, que este mundo es demasiado pequeño para que me quieras tan lejos. 

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