He descubierto que una relación satisfactoria tipo primavera consiste en ser la patata frita del otro: apetitosa, sabrosa y nunca te cansas de comerlas. Es más, una vez que empiezas, no puedes parar. Por eso gustan tanto las patatas fritas, porque hay mucho romántico suelto...

Tú llevas tiempo siendo la mía: me apeteces siempre, a cualquier hora, hueles genial, estás crujiente, acompañas con todo y una vez que empiezo a hablar contigo, mandarnos mensajitos o comerte...no puedo parar. Nunca tengo bastante. Una cervecita contigo, mi patata frita, en la playita...y soy la más feliz del mundo. Te lo juro por Matutano.
Y eso quiero ser yo para ti: tu patata frita. Ondulada, por aquello de las curvas, casera, que yo soy muy sencilla y no voy de marcas, frita en aceite de oliva, por el sentimiento andaluz y sin sabor a jamón, ni ajo, ni barbacoa. La cirugía y la silicona para otras. Y si estoy un poquito rota por los golpes que le han dado al paquete, es lo que hay, no se puede ser perfecta.
Pues nada, cariño, que si ves que compro cantidades ingentes de patatas fritas, o me he cargado el coche, o es nuestro aniversario. Muak!
No hay comentarios:
Publicar un comentario