domingo, 25 de diciembre de 2011

EL TEATRO NAVIDEÑO



   Ayer viví uno de los momentos mágicos de las entrañables fiestas. Lo digo sin acritud. Entrañables, pero por bemoles, que no contamos con esa parte de la población a la que el despliegue de bondad humanitaria le toca los mismos...
Yo no. A mi me va la marcha.

   Tocaba sesión de teatro navideño escolar. El cole de mis hijos ofrece un pase previo a la familia, por cursos, para evitar tumultos, así que me toca ir al de infantil y el de primaria. En ambos casos el espectáculo es similar, pero con matices (me refiero al que damos los familiares, no al del escenario).

    Mis niños íban de estrella y de estrello. Ella, la del portal (papel pagano, como nosotros) y él, formando parte de un celestial coro de estrellitas de colores. Ambos monísimos, que para eso estuvo su madre la noche anterior cosiendo los trajes(no, no pude hacerlo antes, y así suena más dramático, más de madre mártir...). Obviemos el detalle de los trozos del disfraz que perdieron en escena. Dicen que no soy de rematar faenas...

    Al salir mi niña, nosporná, pero se iluminó el escenario  sin necesidad de focos. Guapa!. Ayudaba el estrellón dorado que le tapaba el cuerpo. Elegante, casi levitando, se acercó al micrófono, y con voz clara y firme, declamó su frase (la más  larga y compleja de la obra) adornándola con una expresión corporal digna de Stanislavski. No como sus compañeros....

    Trepó angelicálmente sobre la tarima improvisada con mesas escolares , sin doble ni nada, y se quedó allí el resto de la obra(la estrella, arriba, sobre el portal...) luciéndose toda ella para jolgorio de los ojos de sus padres (se palpaba la envidia en el ambiente).

    Imagino que el profesor, hombre cabal, le asignó el papel por guapa y por su capacidad interpretativa. Como colofón a nuestra riada de orgullo, en el villancico que cerraba el acto, cada alumno tocaba un instrumento, y ella aceptó el difícil, el que no quiere nadie, poniendo al público en pie durante su solo de triángulo. Todavía se me inundan los ojos de lagrimas. (Fuera bromas,emociona contemplar el entusiasmo de tus hijos en semejante trance...Mi niña....)

    Y mi rubio? Un querubín con rizos, todo de blanco, (en jersey y leotardos, no muy convencido de ir sin pantalones),parapetado con sendas estrellas doradas en pecho y espalda, como las tortugas ninja. Daban ganas de achucharlo.

    Salió a escena en un grupito de estrellas, pero fue el primero en encontrar su sitio, y el que mejor dijo su frase: "para alegrar la Navidad". Toma ya. Y con principios, sin renunciar a su acento, superando sus limitaciones, presumiendo de frenillo: "paga agleglá la Navidad". Que la profesora, tambien muy cabal, podría haberle dado otra frase sin erres...pero es un colegio progresista, como nosotros, en el que no se discrimina a los niños por sus talentos, y se acepta a cada uno como es.

    Despues cantaban, bailando una coreografía sencilla, pero si te falla el sentido del ritmo, por fácil que sea, te la juegas...Literalmente. O si le falta al de al lado, como pasó con el engendro  de su izquierda, que lo tiró al suelo mientras movía magistralmente su culillo al ritmo del cha-cha-cha.(Igual me he pasado con lo de engendro. Mejor energúmeno).

    Y es que dios (si existiera) los cría y ellos se juntan. Lo bien que lo hacen mis  niños, mis sobrinos, y los hijos de mis amigos, y lo torpes que son los demás...

    Pero el verdadero espectáculo estaba en el gallinero(que toma su nombre de la primera representación escolar con padres como público)en el que tios, padres, tatas y abuelos, evidencian la necesidad de que sus hijos estudien en buenos colegios para que adquieran los modales, civismo y respeto de los que ellos carecen.

    Acojona (con perdón)la ferocidad  de una abuela sesentona, artrósica y limitada el resto de días, defendiendo su silla o su medio metro cuadrado de suelo, si lo considera el mejor punto desde el que ver a su nieto. Asume que es la guerra, y dejan de contar embarazadas, escayolados ancianos o señoras con bebés. De repente, cual Lobezno en X-men, sus codos adquieren forma y consistencia punzantes y se clavan en los costillares de quien ose acercarse. Y que todo el mundo calle cuando hable su enano, porque la supermirada congeladora provoca parálisis momentánea.

    Surge en estos eventos la necesidad básica de inmortalizar en vídeo cada gesto, hacer 200 fotos con 18 megapíxeles, y a su vez grabarlo todo con el móvil para compartirlo cuanto antes  con el resto del mundo. Para esto guarda la abuela el sitio desde dos horas antes. Ni Marilyn soportaría tanto flash.

    No nos damos cuenta(nosotros, los demás si) de la cara de pazguato que se nos queda cuando habla el nuestro (a mi no, que lloro directamente). Incluso recitamos en voz baja la frase cuando le toca a él.
    Y si en lugar  de atender a la obra, uno de ellos saluda a su padre, a los demas nos hace gracia, nos da ternura, y para que los demas no se distraigan, empezamos a saludar al nuestro con la mano medio escondida, mimándolos con gestos de complicidad. Básicos, básicos.

    Lo casi mejor es la salida, cuando vamos todos a la clase en tropel, pretendiendo que la profesora  comente lo bien que lo ha hecho el nuestro, particularmente, para que se enteren los demás.Estrujamos, felicitamos y achuchamos a nuestros actorcitos de tal forma, que estoy convencida de que en ese momento  mueren muchas vocaciones de artisteo. Se les graba la situación en el subconsciente y evitan volver a poner a su familia en semejante trance. Nunca mais.

    Pues esa fue  mi experiencia de ayer, mi zambullida en la Navidad.

    Y lo más heavy(como nosotros) es que me encantó.


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