Cuando se tiene cierta edad, dejan de sorprenderte las monstruosidades de las que somos capaces los "humanos", pero con el concepto que tengo de la paternidad, aprendido de mi padre y corroborado con creces por el de mis hijos, me resulta inconcebible que un hombre pueda retener a los suyos, privarles del cariño y los cuidados de su madre, arrancarles parte de su vida, si no toda, por el negro fin de hacer daño. Me resisto a creerlo.
Abominable es la idea de que nadie mate, maltrate o agreda de cualquier forma a sus hijos en un arrebato de cólera o de ira, pero cuando la tortura es lenta, a sangre fría, calculada, la flagelada no sanará nunca.
Aunque los niños vivan y vuelvan a su madre, el dolor y las heridas abiertas jamás dejarán de sangrar. El estigma de saber que eligió como padre de sus hijos al que sería su verdugo, es suficiente para derrotar toda moral o espíritu. Para enloquecer cualquier alma.
Me niego a pensar a menudo en esta mujer rota, porque la congoja me anuda la garganta y el terror me invade.
Mi absoluta solidaridad y compasión. Comparto un trozo de su dolor, aunque egoístamente, espero no llegar nunca a conocerlo.
Ojalá pronto pueda alegrarme con ella..
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