Dijo ella:
- Mantenerme esa mirada mas allá de los siete segundos que duró, es una infamia, que merece saltar los muebles que te defienden, para sentarme a horcajadas en tus piernas, y que mis labios le pidan explicaciones a tus ojos.
Dijo él:
-
Dijo ella:
- Sigues sabiendo donde estoy. Si vas a mirarme así, deberías ser consecuente. El tiempo pasa, y haces que se nos escapen tantos besos....
Ella cuelga el auricular (la historia es de hace años, cuando los teléfonos tenían auricular, no veías la cara del interlocutor, y tu imaginación lo colocaba en el sitio, y compañía que te hiciera más interesante la conversación), con la misma sensación de siempre, de reclamar calor a una pared. No se entera de que las paredes no dan más que sombras.
Pero esta pared, la tenía embrujada, porque prometía eternidades con los ojos. A ella le gustaban las eternidades, pero le fastidiaba no disfrutarlas.
Suena el teléfono.
Dice ella:
- ¿Si?, ¿quién es?...(los teléfonos de antes te daban la sorpresa al contestar).
Dijo él:
- Mañana te diré a besos lo que te he dicho con la mirada de siete segundos. Te echo de menos.
Colgó. Y la noche iba a ser eterna, esperando hasta mañana. Igual hasta llovía. Puestos a creer improbables....
- Mantenerme esa mirada mas allá de los siete segundos que duró, es una infamia, que merece saltar los muebles que te defienden, para sentarme a horcajadas en tus piernas, y que mis labios le pidan explicaciones a tus ojos.
Dijo él:
-
Dijo ella:
- Sigues sabiendo donde estoy. Si vas a mirarme así, deberías ser consecuente. El tiempo pasa, y haces que se nos escapen tantos besos....
Ella cuelga el auricular (la historia es de hace años, cuando los teléfonos tenían auricular, no veías la cara del interlocutor, y tu imaginación lo colocaba en el sitio, y compañía que te hiciera más interesante la conversación), con la misma sensación de siempre, de reclamar calor a una pared. No se entera de que las paredes no dan más que sombras.
Pero esta pared, la tenía embrujada, porque prometía eternidades con los ojos. A ella le gustaban las eternidades, pero le fastidiaba no disfrutarlas.
Suena el teléfono.
Dice ella:
- ¿Si?, ¿quién es?...(los teléfonos de antes te daban la sorpresa al contestar).
Dijo él:
- Mañana te diré a besos lo que te he dicho con la mirada de siete segundos. Te echo de menos.
Colgó. Y la noche iba a ser eterna, esperando hasta mañana. Igual hasta llovía. Puestos a creer improbables....
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