lunes, 25 de febrero de 2013

ALGÚN DIA

             Algún  día nos encontraremos en un tren, o en un aeropuerto. O quizás en medio de una calle, donde paseas por los escaparates de tiendas raras, que sólo conocen los raros como tú. 

             Nos sentaremos en el rincón más discreto del café, como si lo hubiéramos pactado alguna vez, para poder mirarnos como antaño. Capuchino y cortado, y un par de dulces que tú eliges. Goloso. Seguro que me habrías querido más si fuera un dulce de leche. 

             El resto de la conversación, la gente que pasa y el mundo alrededor no importarán. Tampoco tus miradas furtivas, que me revisan cuando crees que no lo noto, un tanto sorprendido, porque volveré a tener algo.... Frívolamente, sentirás haberme dejado pasar. Pero, como ya te digo,  eso no importará, ni que tus canas ya sean demasiadas, y tus ojos simulen seducir, ni que me hayas cogido la mano, como en la mesa de aquel almuerzo de marzo. Porque yo estaré esperando  a que me preguntes..., y me preguntarás...¿qué pasó con lo nuestro?.

             Entonces levantaré la vista de mi taza, y te miraré al alma desde la mía. Y sabrás cuanto me dolió tu ausencia, tu lejanía, tu frialdad. Sabrás el daño que me hizo tu juego. Fue lo único que te pedí que no hicieras. Lamentarás la cobardía de no reconocer que no te enamoraste, que lo tuyo fue  una asignatura pendiente, y que yo tenía razón. No me decías te quiero, porque no me querías. No me buscabas, porque no me necesitabas en tu vida. Pero como Pedro, me lo negaste tres veces. Y terminaré contándote cómo sucumbieron mis ganas, que ya es proeza acabar con mis ganas, cuando me cansé de masticar que tuvieras un momento para todos, menos  para mí. Me quedaré con la duda de si fuiste consciente de todo, si  observabas patalear mi desespero, porque hay respuestas que es mejor no tener. Prefiero creerte frío y hedonista, a  manipulador.

            Eso te dirán mis ojos, pero de mi boca sólo saldrá una frase: "Lo dejaste a merced de la marea, del destino..."

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