martes, 5 de febrero de 2013

Y DE POSTRE...SEXO.

                   A veces, no hay que tocar ni ver al otro para tener sexo. No es necesario llegar a tanto. No me refiero a recordar con las manos propias, recurriendo a recuerdos, o a fotos. Ni siquiera al socorrido recurso de contarte lo que hago por teléfono, cuando las obligaciones nos hacen dormir en diferente cama.

                 Todo eso está bien. Pero me refiero a las letras.

                 Me gustaría tener la certeza de que, cuando me lees, sientes lo que pretendo, porque es como hacerte el amor en la distancia.

                 La magia de la escritura erótica reside en contar tu fantasía,  y que se confunda con los recuerdos. No por afán de escandalizar, sino para dar imaginario placer al que lo vivió cuando lo recuerda, y al que quiere estar donde imaginaste. Y sonreír al pensar que ambos, que pueden ser el mismo, disfrutan  lo que cuentas.

                 Sé que no lo harás, aunque te lo pida, pero sería un placer leerte a ti, para variar. (Antes lo hacías, en ocasiones...)Que tú me cuentes qué pensaste, qué sentiste cuando dejé que me tocaras. Cuando se abrieron para ti mi boca, mis brazos, y todas las bisagras y caminos de mi cuerpo.

                 Me encantaría saber qué sientes con mis  pechos en tus manos. Sé que llevabas algún tiempo pensando en ellos, pero nunca me hablaste de tu impresión, si buena o mala. Si, ya sé que no se repite lo que no gusta...pero a mi ego le encantaría leerlo.

                 ¿Y mi trasero? (no me gusta culo, ni tetas, ni otras palabras por el estilo. Mojigatería en el texto, en lugar de en el pensamiento...). Me gusta cuando lo acaricias, cuando lo casi muerdes, cuando lo agarras fuerte, que parece que fuera tuyo.  A veces me miro al espejo, y me parece grande, ajado por los años...pero después de pasar por tus manos, parece elevarse, encogerse...dan ganas de enseñarlo.

                ¿A qué te sabe mi piel? ¿Sabe distinto, según el sitio? Tú si. No sabes a un dulce, o a una fruta, o a una carne. Sabes a un manjar exquisito, que sólo he probado en ti,  con matices según la zona. Lo más dulce son tus labios, sin llegar a empalagar. Es un dulce que no llena, siempre quiero más. Tu espalda y tu cuello están ricos, como tus piernas, y la parte que me abraza de tus brazos. La presa más sabrosa de tu cuerpo es extensa, que abarca  tu pecho y tus muslos. Tengo que volver a atarte pronto, para saciarme de ellos. Lamer, morder, saborear con ahínco el pliegue entre tus nalgas y tus piernas, y hacer tiempo en tus deliciosas ingles. Porque el postre indiscutible, el plato estrella de tu anatomía, es tu sexo. Es la esencia del sabor a ti. 

               La respuesta a lo que ahora te preguntas es una paradoja, ya que siendo lo más apetitoso, hay que llegar con hambre a los postres para terminar el banquete....Y no, no se puede cambiar el orden, porque como entrante, nunca mejor dicho, resulta demasiado sabroso. No se empieza el maridaje por el vino mejor...

              Y como en esto de las palabras, la intención es lo que cuenta, espero que tus sabores se hayan calentado, sin llegar a hervir, porque tengo hambre...

             Cuéntame qué hay para cenar.  Escríbeme el menú....

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