
Son imprescindibles para sujetar pendientes y gafas, y para gobernar el mechón de pelo que ninguna horquilla sujeta como la oreja.
La acupuntura, que es una ciencia ancestral les reconoce el control sobre algunos de los principales órganos.
Se tornan erógenas cuando son convenientemente acariciadas, por dedos, labios, o lenguas sabias, y referencia para guiar la cabeza del amante cuando te recorre.
Pero, sobre todo, las orejas tienen el don de otorgar realidad a los sueños y las ideas. Ninguna idea es real hasta ser oída. Ningún sueño es relevante hasta que alguien lo escucha. Ninguna mentira, pensada o vivida, hace daño hasta que alguien la oye. Los te quiero son amor cuando el otro los escucha. Ningún monstruo desaparece cerrando los ojos, a menos que te tapes las orejas. Son ellas las que le niegan el ser. Por eso los niños, que son sabios de nacimiento, se las tapan cuando tienen miedo.
Por todo eso, y alguna cosa que no recuerdo, porque todavía no la escuché, mi sentido homenaje a las orejas.
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