viernes, 28 de junio de 2013

ONOMATOPEYA DE NAUSEA

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           Soportado Ministro de Educación:

           Esta misiva pretende mi desahogo personal ante sus desmanes, el reconocimiento, nunca suficiente, a mis progenitores, y el apoyo a los que queremos para nuestros hijos, al menos, lo que tuvimos.

          Se encarama usted con entusiasmo a los primeros puestos de mi particular ranking de Ministros, tras el insuperable Ministro de Justicia y la insalubre Ministra de Sanidad. Entre los tres, están dilapidando los bastiones de nuestra sociedad. Por cierto, igual es una maldad de gente que estudió en la Pública (con mayúscula, aunque usted (con minúscula) la maltrate y esquilme), pero su apellido es la onomatopeya nauseosa más usada en los chascarrillos. Mal comienzo.

          Intentando ser benévola, igual usted está mal situado, y no entiende a la plebe. Lo que reclamamos, básicamente, son nuestros derechos, que usted, al jurar su cargo, se comprometió a defender. Se ve que no lo entendió. Claro, en su época se llegaba a la Universidad con menos nota, ¿no? (¡Uy, segunda maldad...!)

         Se lo explico con un ejemplo, como a los niños de seis años, a los que espero no pida nota media para acceder a Primaria. Que cualquier viernes nos sale con esa. Por cierto, igual es otra maldad, pero su gabinete ha conseguido que el viernes deje de ser el día favorito de los laborales del españolito de a pie.

         El ejemplo es el mio. Provengo de dos familias entre humildes y humildísimas, criadas y vividas en pueblos de la sierra sevillana y de la Extremadura ruralmente olvidada. Mis abuelos y abuelas, sacaron a sus hijos adelante a base de callo y poco dormir. Jamás supieron lo que eran vacaciones, porque cuando pudieron disfrutarlas, ya se llamaban jubilación.

          Mi madre, según costumbre de la época, hizo el equivalente a los primeros cursos de Primaria de hoy. Luego, a trabajar con la familia, porque ella no era de estudiar, y tampoco les hacia falta a las mujeres...

          Mi padre, en cambio, era de sobresalientes y estudioso vocacional. Pero carente de todo recurso que no fueran su cerebro y sus ganas. Esos méritos le valieron la consideración para unas becas estatales, que por desgracia, administraba un cura, muy amigo del padre de uno menos dotado. Se ve que los rezos del otro llegaron más alto que los de mi padre...y en lugar de Delineante, o Arquitecto, se quedó en electricista. Cosas de antes...Ahora las becas son para quienes las necesitan...

            No le fue mal, las cosas como son, pero porque mi padre, en todo lo que hace, intenta ser el mejor. La estirpe imprime carácter. Durante años trabajó duro, todas las horas precisas para mantener a su familia más que dignamente, y su obsesión fue que sus tres hijos estudiasen lo que quisieran. 

          Afortunadamente, nos tocó la época en la que la educación Pública era realmente válida, y por todas partes había colegios  con profesores motivados, y escasos medios, pero aceptáblemente administrados. Fui capaz de llegar a la Universidad, pasando, incluso por la Reforma de Enseñanzas Medias (nido de rojos...), y en centros mixtos. Ni me quedé embarazada, ni compartir pupitre con niños mermó mis capacidades de hija de proletariado.

          Nunca tuve una beca, porque los ingresos familiares sobrepasaban en apenas 300 euros el límite para optar a ella. Pero nunca me faltó nada, porque ahí estaban mis padres. Fui la primera Licenciada en dos familias grandes. Mis abuelos, y sobre todo mi padre, no cabían en sí de gozo. Tenían un Médico en la familia. La esencia era que los hijos podían vivir mejor que los padres, con el esfuerzo de todos.

          No todo el mundo cumple sus expectativas, no soy tonta. Pero los trabajadores vivimos con esa ilusión, con vivir un poquito mejor cada día, y que nuestros hijos lleguen a conseguir, al menos, lo mismo que nosotros. Y aunque no lo logremos, a la mayoría, esa esperanza nos ayuda. Mucho. Se llama ilusión. Yo pensaba que era una obsesión de mis mayores...hasta que he visto que mis hijos van a tener difícil llegar donde he llegado yo. Que tampoco es tanto.
          Eso es lo que, fundamentalmente, nos está usted quitando. Eliminando la igualdad de oportunidades (y cada decisión que usted toma, ensancha la brecha), elimina posibilidades para mis hijos, los de mis hermanos, los de mis amigos...y sepulta ilusiones de los que pretendemos darles lo mejor.

         Mi padre, electricista, consiguió una hija Licenciada. Pero su hija y su marido, ambos Titulados, dudan si podrán pagar las carreras de sus hijos. Mis expectativas respecto al futuro se parecen más a las de mis abuelos que a las de mis padres (en cuanto a pensiones, salarios, derechos, sanidad...esperanza en el futuro). Y ellos no tuvieron una vida fácil.

         En fin, como he leído hace poco, estamos gobernados por un episodio de los Simpson. Aunque igual es una maldad de quien estudió en la Pública, trabaja en la Sanidad Pública y vota tirando a izquierdas...

         No se ofenda si en alguna entrega de galardones le niego mi saludo. Lo hago en nombre de mis abuelos, de mis padres y de mis hijos.

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