Con los ojos te acaricio, te beso, te susurro. Leo de los tuyos lo que me cuentas, y que sólo sabemos tú y yo.
Hoy se metieron bajo tu camisa, y pasearon tu torso, como lo hacían mis manos la última vez. Llegaron a los bolsillos de tu pantalón, buscando como colarse. Pero había demasiada gente. Otra vez será. Porque a mis ojos no puedes vetarles la entrada, como al resto de mis ganas, que a ellos les da lo mismo que tú no las sientas.
Sueño con tu regreso, en una habitación al final del mundo, con que dejes la dieta y vuelvas a comerme, aunque sea con los ojos...
Pero prefieres dejarme ciega.
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