martes, 6 de noviembre de 2012

CORTINA DE HUMO

              He intentado no pensar mucho en este tema, porque lo escabroso me  repele, pero llega un momento en que te hacen hablar. 

            Vergüenza es un eufemismo para describir la impresión que me causan las opiniones vertidas en algunos medios, acerca de lo ocurrido en el Madrid Arena. La noche de horror, el Hallowen hecho realidad, no se quedó allí, sino que se perpetúa, para las familias afectadas, en los periódicos.

             Respeto la libertad de prensa, y la opinión de los periodistas,  básicos para la pluralidad.  Pero no justifican que se culpe de forma tan zafia y directa a unos padres, de la muerte de sus hijas, aplastadas por una ingente masa de personas.

             Para abrir un debate sobre el supuesto  exceso de libertad que padecen los jóvenes, no es necesario llegar a la bestialidad verbal, a la acusación injusta. 

             Son padres que han perdido, de forma violenta y brusca, a una hija que empezaba a vivir. Saben que esa hija ha muerto sufriendo,  ha  fallecido de dolor y angustia,  de  miedo. Esos padres tienen por delante siglos de llanto para superar su drama. Y cuando aún no han salido del shock, se les acusa de provocar su tragedia.

              Resulta que el responsable de que una chica sea aplastada por una multitud, que se agolpa en un recinto sin suficientes  salidas, con aforo excesivo y  responsables de seguridad ineptos, es su padre, que la deja salir hasta las tantas. Porque si el concierto hubiera sido a las cuatro de la tarde, no habría sucedido, verdad?...

              No voy a negar que hay padres irresponsables. Que hay hijos ingobernables, en gran parte por su culpa. Y que un adolescente, que no es legalmente responsable de sus actos, debe ser tutelado. No voy a defender lo indefendible, y un menor no pinta nada de juerga hasta el amanecer, sin la tutela de un adulto. Yo también lo hice, cuando pude. Y ya me preocupa cómo evitar que mis hijos lo hagan en un futuro, porque la cordura y el miedo,  vienen con la experiencia.

              Pero no murieron sólo adolescentes malcriadas. La mayoría de los asistentes eran mayores de edad, y todos corrieron el mismo peligro. Estaban allí sin necesitar permiso paterno. Acudían a un evento público, supuestamente organizado por una empresa que cumplía las normas, y sujeta a autorización municipal. 

              Me parece infame, que para desviar la responsabilidad de los que debieron asumirla de inmediato, para esclacerer culpas, se extienda la cortina de humo de la polémica más antigua del mundo: la responsabilidad o no de los jóvenes, y los límites a imponer. 

              Resulta coherente  eso de sacudirse las obligaciones, criticar a los padres permisivos, a los hijos díscolos, a las drogas y a los excesos de la juventud. Recortar los horarios y los permisos para fiestas. Eso sí, al mismo nivel que los recortes en Educación, que así  criaremos borregos perfectos, que acaten las normas sin saber valorarlas. 

              Acabo de descubrir su coherencia, y me repele tanto como la bazofia vertida por la boca de algunos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario