sábado, 15 de diciembre de 2012

INCOMPATIBILIDAD ESTÉRICA CARDIOTORÁCICA

                Ayer disfruté de comida de ex-empresa. Es lo que tiene el paro, que te deja ex-compañeros...

               Me alegré mucho de verlos a todos, y extrañé a los que faltaron,  pero, como todo hijo de vecino, tengo mis favoritos. Una de ellas es mi jefa, que aunque ya no me manda, para mí nunca será ex

               Es una persona excepcional, y aunque sabe que lo pienso, nunca se lo he dicho. Trabajar con ella es un compendio de lecciones de profesionalidad, capacidad, resistencia, lealtad  y entrega, tanto a sus pacientes, como a sus compañeros. Y claro, esto no está bien visto siempre...y mucho menos, reconocido. 

               Ser jefe, es lo que tiene, que con el cargo, va lo de mandar,  tomar decisiones que nunca gustan a todo el mundo, y que no se sienten en tu mesa en la comida de Navidad. Una tontería como cualquier otra. 

              Quiero aprovechar que me lee para mandarle un abrazo, con mi apoyo incondicional. Asumo que no todos piensan igual, pero también asumí hace tiempo que eso me importa un bledo.

              La conocí a través de su compadre, que la adora, aunque se lo diga poco. Pero es que no da pa más...Le cuesta. Le riño desde aquí. 
Sin embargo, la define como oro de 24 kilates, expresión muy suya, que le he oído adjudicar a escasas personas, pero que ella merece de sobra. 

             Al conocerla, no me cayó bien, ni mal. Un par de encuentros en los que me pareció seca y huraña. Para que digan que la primera impresión es la que cuenta...

             Pero luego, el trato y el tiempo me la pusieron en su lugar. 

             Es guapa por dentro y por fuera. De dimensiones estándar,  pero en su cara destacan dos ojos tan expresivos, que si su vocación hubiera sido el teatro, hubiera temblado Nuria Espert. Lo dice todo con la mirada.  Cuando quiere, porque si así lo decide, ni dios se entera de lo que piensa. A mí me gusta especialmente, cuando ríe a carcajadas, que lo hace con toda la cara.  Y su sonrisa cómplice, que he tenido el privilegio de disfrutar, confabulando algunas maldades. Fuera de lo profesional, campo en el que me pongo a sus órdenes sin dudar, es una de esas todoterreno castigadas por la losa que nos echaron encima con la liberación de la mujer: es esposa, madraza, hermanaza, amiguísima, madrinísima, y todo ello con el carácter que denota ser vasca en un pueblecito andaluz con encanto (no te rías), pero con la dulzura de su cardiopatía congénita: incompatibilidad estérica cardio-torácica. O sea, un corazón que no le cabe en el pecho.

            Ayer apenas la disfruté,  y me dio rabia que tuviera un día menos bueno.
    
           Pero los trapos sucios se lavan en casa, ¿no? Y mi intención no es más que darle una palmadita en la espalda, auparla, reconocerle su esfuerzo y sus intenciones,  y desearle todo lo bueno que hay en el mundo.

           Brindo por ella y por todo lo suyo. Con Moët, por supuesto, que el glamour lo llevamos puesto, aunque sea de uniforme. 

P.D: Jefe, cuida el oro, que cotiza en bolsa...

          
        

     

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