Ayer tocaba cine. Cosas de las
vacaciones...
Mi marido y yo tenemos gustos muy
diferentes en casi todo. A él le gusta el deporte y a mí la lectura,
a él heavy de verdad, y a mí Bon Jovi, a él el café solo y a mí
capuchino, a él las mujeres y a mí los hombres. Afortunadamente.
Con el cine, no iba a ser menos. No
vamos demasiado, aparte de por falta de tiempo, por los desacuerdos. Así que hemos encontrado la fórmula: cuando
vamos con los niños, uno se traga la peli infantil (yo las de hadas
y princesas y él las de coches y aventuras), y el otro entra a la que le guste. Y todos contentos.
Hoy le tocaba “El Origen de los
Guardianes”, porque la semana que viene, yo disfrutaré “El
Secreto de las Hadas”, así que me he metido a ver “Lo
Imposible”. He intentado convencerle de verla, por los efectos especiales y
por las críticas....pero nones. Lo Imposible es que me acompañe a
ninguna que huela a lágrimas o a sufrimiento. Y ésta se lleva la
palma.
Partiendo de la base de que tengo la
misma idea de cine que de colombofilia, no osaré hacer comentarios
de la película más allá de la opinión puramente personal. Con el
séptimo arte me pasa como con el vino. Te puedo decir si me gusta o
no, y la impresión que causa a mis sentidos, pero no puedo juzgar su
calidad con criterio.
No sabría decir si la recomiendo. Eso
para empezar.
La historia es buena, porque es real, y
narra una de las situaciones más espantosas en las que se puede ver
cualquiera. Cualquiera. De hecho, la protagonista es médico,
cuarentona, con un marido fantástico y madre de tres niños.
Quitando un niño, cambiando las playas de Tailandia por las de Isla
Cristina, y salvando las distancias físicas con Naomi Wats...
me recuerda a mí. Y eso fue lo primero que me inquietó.
Los efectos especiales, el maquillaje y
todo lo que se hace para que las escenas parezcan reales, son lo
suficientemente buenos para convencerme. Me habían hablado de que
era una especie de muestrario de casquería. No lo es. Teniendo una
vaga idea de lo que semejante despliegue de fuerza natural pudo hacer
con miles de insignificantes, frágiles y desprotegidos humanos, el
uso de heridas y traumatismos es bastante comedido. Claro que yo soy
médico.
Y puesto que el fin último de
cualquier manifestación de arte es despertar emociones u opiniones,
es una gran obra. Empecé a llorar de angustia antes del primer
cuarto de hora, y no paré en hora y media, con diferentes grados de
intensidad y congoja. Cierto es que lloro con facilidad, también de
risa, pero esta tarde me he hartado.
Me alegré muchísimo de no haber
abusado del maquillaje...
Es una película de miedo (no de
terror, de miedo a la catástrofe), una tragedia que trasciende más
allá de la historia de una familia, o de miles. Pero sobre todo, es
una historia de angustia, del temor básico y ancestral que
tenemos a perder a los nuestros, principalmente los hijos, de forma
tan literalmente dolorosa y brutal.
De hecho, si al salir de la sala llego
a tardar cinco minutos más en encontrar a mi familia, habría vuelto
a llorar.
No soy de las que piensan que el cine
es solo para pasar buenos ratos. Pienso que debe emocionar para bien
y para mal, despertar conciencias y opinión, y por eso he querido verla.
No me arrepiento, pero recomiendo a las
almas sensibles a la angustia que se abstengan. Yo todavía la estoy
digiriendo.
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