sábado, 4 de agosto de 2012

COMPARTIR UNA PICARDÍA

           Siempre era él el de las sorpresas, pero aquel día le apetecía una tarde...atrevida. De esas que mantienen la chispa.

          Había entrado en el sex-shop de dos calles más allá, uno elegante, de barrio bien, donde no extrañaba ver entrar y salir a señoras de taitantos, preguntando por la lencería, nada cutre, del escaparate. Suficientemente "normal" como para servir de excusa.

          Encontró lo que buscaba. Era uno de esos artilugios con forma de huevo, algo mayor que una croqueta, que se coloca como las bolas chinas, y  vibra al accionar un mando a distancia.

          Ya habían tenido uno, totalmente indiscreto,  rosa chicle, que le regaló una amiga en un tupper-sex. Lo probaron en la cama (con él, no con su amiga..) con buen resultado, pero la batería no duró ni para un segundo asalto. En todos los chismes hay gamas (no es igual un Skoda que un Mercedes...), y el del regalo era un Hunday...

           Desde entonces tuvo pendiente buscar uno, para probarlo de verdad, a distancia. Lo vio en una película. La chica se colocaba el "huevo" y le daba en mando a distancia a su novio durante una fiesta. Él lo activaba cuando le parecía oportuno, y la escena resultaba francamente divertida. Y se le antojó estar en esa escena.

           El cacharrito en sí, no es que fuera milagroso...realmente era una especie de bolas chinas, pero con movimiento. Una suave vibración en los adentros, que por sí sola, no llega a nada, pero acompañada de estimulo externo...como que si...(aunque se acabe la batería en el primer asalto).

           Encontró uno que le gustaba. Blanco impoluto, con cordoncito de colorines, y sobre todo, con un mando muy discreto. Una especie de llavero con botoncitos que pasaba perfectamente por las llaves de un coche.

          El plan era comer con los amigos de siempre, el cumpleaños de una de ellas. Almuerzo y copas para 16. Lo pasarían bien,  y, además, compartirían un secreto.

           Fue desde el trabajo al  restaurante, así que cuando terminó su jornada, se compuso algo el maquillaje y el vestido (el ajustado  con los hombros al aire que le sentaba tan bien). Sacó el artilugio del bolso. Venía en una bolsita de terciopelo rosa intenso con brillantitos. Un toque kitsch que se cargaba la discreción del modelo.

           Antes de colocárselo, un vistazo a su ropa interior. Un conjunto de encaje blanco y negro con un tanga de impresión, que auguraba triunfo. Perfecta.

           Guardó el mando en el bolso, dibujándose una sonrisa pícara que le duró hasta llegar al bar. Por el camino, no pudo evitar pulsar el mando para comprobar si funcionaba: pues sí. Vibración invisible en dos velocidades.

           Al llegar, le dedicó un beso corto, pero con promesa, de esos que se dan cuando los ojos te brillan porque compartes una picardía.

           Una cerveza, saludos, abrazos a los que van llegando, estamos todos...tiró de su manga de camino  a la mesa, y con un guiño le metió en el bolsillo la llave con sorpresa, y con el dedo en los labios le dedicó el gesto universal para pedir silencio. 
           
          La miró con cara de ¿?. Ella lo abrazó, pegándose a sus caderas, y le cerro la mano en la que tenía el mando, presionando los botones. Cuando notó la leve vibración que salía de ella en su entrepierna, entendió lo que pasaba... Lo había comprado...Risas.

         Parece mentira que algo tan trivial convierta una tarde divertida en especial. El, simplemente, gozaba del poder de administrarle caricias a distancia, aumentando la velocidad cuando  más interesada parecía ella en alguna conversacion, o cuando alguien le hacía confidencias. 

         Ella, se excitaba  gradualmente, no por el engendro mecánico, sino por la evidencia de que él estaba pendiente de todo lo que hacía. Alguna vez no pudo reprimir la risa tonta...

         El caso es que llegaron a la cama entre carcajadas, que resultaron ser de lo más afrodisiacas. 

         Hoy están serios. Llevan algunos días así...El mundo atosiga y ahoga las pasiones. Será una buena idea aliñar el ánimo. Una cena familiar, de compromiso, no parece plato apetecible. Habrá que pensar en algo...

         

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