lunes, 27 de agosto de 2012

QUE NO LE PIDAN QUE PERDONE...


      Ya está.
      Ya pasó.
      Ya se le ha roto para siempre el alma a la madre de Ruth y José.

      Hace unos meses, necesité contar la angustia que me provocaba, pensar siquiera, en ponerme en la situación de esta mujer. Conté que, egoístamente, evitaba pensar en ella. Y es cierto. El miedo al dolor que debe sentir, me atenazaba. No saber la verdad, me dejaba como excusa la esperanza de que vivieran, para no permitirme sufrir por ella.

      Hoy, un escalofrío semejante a un terror negro, un asco repugnante, recorrió mi espalda cuando escuché la noticia.

      Sinceramente, pensaba que conocer al fin el desenlace, fuera cual fuera, derramaría consuelo sobre todas las madres y padres del mundo.

      Nada mas lejos.

      En la intimidad de mi retiro, las lágrimas que derraman  mis ojos, y el nudo en mi garganta, sirvan de abrazo para la madre rota. Imagino que ahora, la muerte le parece el mejor sueño.

     ¿Acaso esta mujer podrá desechar alguna vez de su cabeza, la idea de sus niños, quemados en una hoguera, como restos de alimañas muertas? ¿Acaso dejará de dolerle la posibilidad de que sufrieran martirio? ¿Podrá evitar la locura?

      Que no le pidan, por todos los dioses del mundo, que perdone. Que no nos pidan a los demás, compresión o clemencia con el monstruo. Que no le traten como a enfermo, que no le metan en el saco de los que necesitan cuidos.

      De la torpeza enorme de los investigadores...qué sé yo...! Cuanto dolor inútil ha generado su error.


       Ahora si. Descansad en paz, Ruth y José. Vuestra madre no podrá hacerlo nunca, y el silencio nos invadirá al resto cada vez que escuchemos vuestros nombres.

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