miércoles, 29 de mayo de 2013

PALOMAS AL VUELO Y PALOMOS COJOS...

            Igual me equivoco, pero creo que cuando te enamoras de alguien, sucede porque te gusta su forma de ser, sus gestos, sus actos. Te atrae su físico, deseas su cuerpo y sus intimidades.  

            Esto puede suceder muy a menudo, pero  en contadas ocasiones, aparece el  Amor, ese que te hace plantearte un futuro y una vida con otra persona. Y entonces, a lo anterior, se suma que la escoges como compañía para tu vida, y le entregas tu cuerpo, tus proyectos, tu casa, tu familia y tu cuenta bancaria. A veces, hasta la contraseña del Facebook.  Tú, a cambio, aceptas los suyos, con la intención implícita de que sea para siempre, que es como discurren los amores buenos.

          Esa unión, para mí, es un matrimonio, con o sin firma de por medio, con o sin reconocimiento legal por la sociedad. Para estar casados, no hace falta más que aceptarse uno al otro como esposos, y comprometerse a ello. De hecho, yo me casé dos años antes de firmar el acta en el Ayuntamiento.

         Lo que no entiendo es qué tiene que ver con este concepto, el hecho de que los esposos sean del mismo o diferente sexo. Si te puedes casar con alguien de distinta edad, raza, o ideales políticos,  distinta profesión...Con alguien de otro país, otra cultura, o clase social, incluso de distinta religión...Si todo eso, que puede enturbiar de algún modo la convivencia, y el funcionamiento de una familia, no es impedimento para casarse..., ¿qué problema irresoluble supone que  los contrayentes sean del mismo sexo?

          Yo conozco varias mujeres a las que adoro, con las que podría, sin duda, haber compartido  mi familia y mis sueños. A las que podría entregar las riendas de mi vida y quererlas para siempre. Las conocí al mismo tiempo que a mi marido, en las mismas circunstancias. Lo único que hizo que me enamorase de él, en lugar de hacerlo de alguna de ellas, fue mi inclinación sexual, polarizada en un 95 % hacia los hombres. (Sé que ese 5% me va a suponer  mensajitos, preguntas y sonrisas terciadas, pero tengo un marido liberal, y soy demasiado joven todavía para descartar enamorarme del 50%  de la población mundial...)


         El caso es que no necesito esforzarme mucho para imaginarme casada con Yeni, con Sonia, o con Mar, por citar algunas del agrado de mis padres, y hasta de mi abuela. Mujeres de su casa, formales y trabajadoras, que me habrían tratado como a una reina. Me habrían querido con locura y me habrían dado unos niños fantásticos, a los que criar sin padre. Ni falta que les hubiera hecho. Habrían sido unas nueras y cuñadas encantadoras, amén de caer bien a mis amigos, y cocinan estupendamente. Bueno, Mar no, pero su madre si...El destino quiso que  ninguna de nosotras mostrase lésbicas inclinaciones...y a mí me engancharon los pantalones de aquel ladrón de almas.

        Pero, como decía al principio,  igual me equivoco, y el sexo entre personas sólo es lícito si sus genitales son diferentes, si se pueden quedar embarazados sin ayuda, y si los hijos que tengan tienen padre y madre. 

        Porque al resto del mundo, debe interesarles mucho lo que ocurre  en su dormitorio, o en el salón de su casa. Porque si beso las ingles de una mujer, condeno mi alma, pero no si beso las de un hombre. Porque si mi hijo tiene  dos madres que le adoren, es una abominación, ya que crecerá sin modelo masculino (de todos es sabido, que los hijos de viudas se convierten en homosexuales, porque carecen de modelo masculino...).

        Cierto es que los hijos aprenden gran parte de las cosas por imitación,  sobre todo los comportamientos. Los míos, sin ir más lejos,  pretendo que aprendan el respeto y la tolerancia, las ganas de trabajar por  mis sueños, y el amor inmenso que les tengo. Cosas que pueden igualmente copiar de su padre. Aprenderán que besar y abrazar es bueno. Y reírse. Porque lo hacemos en casa cada vez que podemos, sin escondernos, y si puede ser con ellos, mejor. Aprenderán mis aciertos y mis errores. Y elegirán.

        Pero no aprenderán de mí a ser heterosexuales, porque el sexo, su padre y yo, lo dejamos para sus ausencias. Y dudo que fuera de otra forma con una mujer. 

        Para mí fue una satisfacción enorme que España fuera uno de los países pioneros en reconocer el matrimonio homosexual, un motivo para presumir de marca España. Por eso me entristece, y hasta me da vergüenza ajena, que países supuestamente avanzados, como ahora Francia, lleguen a caer en la violencia extrema ante opciones de vida diferentes de la tradicional.

         Sin respeto a las opciones, no puede haber Democracia. Si el prójimo no es igual que yo, nos estamos equivocando...
         

           

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