domingo, 12 de mayo de 2013

SALIR DE SEVILLA

               Hoy ha tocado Triana.

               Habiendo tenido la suerte de nacer en Emérita Augusta, suena "enterista" arrepentirse no haberlo hecho en Sevilla. Pero cuando se vive en la capital del universo, uno quiere nacer y vivir en ella. Lo de morir, ni en Sevilla, ni en parte alguna...

         
             El caso es que esta mañana, domingo de primavera, sin comunión ni plan previsto, una vez desayunados y puestos guapos, decidimos comer fuera, y, de paso, enseñarle a los niños un poquito de cultura sevillana. Nos parece importante que presuman de origen, que andan escasos de sapiencia, y eso se enseña. Probablemente la culpa sea de que vivimos  por fuera de la SE-30,  y eso  ya no es Sevilla, según un docto amigo mío...

              Po pa Triana.

             En el coche empiezan las clases...atravesamos el Tamarguillo, que resulta que fue un arroyo...El templete de la Cruz de Campo. Si, el de la cerveza. Luis Montoto, y el Estadio de la Ciudad. El Corteinglés de mamá. La Buhaira y el bar Jota. San Benito. Ahí, donde está Cajasol, era un solar. La Puerta de la Carne, y explicarles qué era  la  muralla.  Jardines de Murillo a la derecha, la Giralda al fondo. Ahí veíamos la Candelaria... La Universidad, donde vendrá Lucía, seguramente. Daniel  a la Macarena, si sigue queriendo trabajar con mamá. El Lope de Vega, y en frente, el Parque de Maria Luisa,  el de las palomas,  y la Raza (donde la boda de papá y mamá; tú no te acuerdas  porque no habías nacido). El Costurero de la Reina, y a la izquierda, el río y la Torre del Oro. Si, la que hizo Lucía en plástica... Un poquito más p'alante, a la derecha, la Maestranza. El teatro les gusta. La otra no, porque matan toros...Damos la vuelta por a estación de  Córdoba y a la derecha de la Lonja (si, como la de la playa), cruzamos para Triana, República Independiente. 

           Aparcamos en el Altozano,con la estatua del señor que se llama como la calle de la caseta de la Feria,  y comemos en plena calle Castilla, deleitados con  un camarero que luce la guasa de  setenta años de profesión. Y con  la barriguita llena, paseíto por la calle Betis, que sólo tiene de feo el nombre, asomándonos al río, con sus puentes y sus barbos, y su cucaña cuando llegue la Velá,  contándoles las batallitas de los abuelos. Cruzamos Pureza (ahí, en la Capilla de los Marineros, se bautizó  papá...). Santa Ana, donde me hubiera casado si lo hubiera hecho por la iglesia,  por tradición familiar. La Plazuela y  Rodrigo de Triana, la casa de la bisabuela y los patios,  para llegar a San Jacinto, ahora peatonal, y sentarnos a tomar un helado en Filella. Que no  había yo visto las fachadas tan bonitas hasta ahora...Serían los coches...

           Terminamos de pasear cruzando el puente, bajando a los embarcaderos, como un guiri cualquiera, con intención de aventurarnos en las barquitas del río. Lástima de caló, que nos echa p'atras...lo tenemos pendiente. 

          De vuelta a casa, todavía vemos el Parlamento y disfrutamos de los palacetes y los jardines de la Palmera y del campo de fútbol de Heliópolis.

          Han aprendido cositas buenas, y se han reído: objetivo cumplido. Se nos estanca la risa en la cara cuando la niña dice que le ha gustado "salir de Sevilla"...




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