miércoles, 1 de mayo de 2013

QUÉ PUÑETAS...!

           Desde que tengo uso de razón, incluso antes, no recuerdo haber querido ser otra cosa que médico. Bueno,  durante unos meses me dio por ser patrón de barco, pero de un buque hospital...

           Para conseguirlo, aparte de aprobar Selectividad, y terminar una Licenciatura de seis años, tuve que aprobar el MIR, para poder trabajar mientras me formaba en mi especialidad, y, al fin, después de tropecientos años...Médico de Familia. Ni más, ni menos. El orgullo de mis padres,  mi novio y de los que me querían y compartieron mis años de empeño.

          Y por supuesto, una de mis ilusiones cumplidas. Tendría la suerte de dedicarme a lo que me gusta. Una profesión apasionante, bien remunerada, respetada y útil a la sociedad.

         Lo que nadie me dijo,  es que diez años después de especializarme, de trabajar como sustituto por decenas de centros de salud, entidades privadas y mutuas, hoy  estaría trabajando a 150 km de mi casa, con un contrato eventual, a tiempo parcial, que me renuevan, con suerte, el último día de cada mes, en el que no tengo opción de elegir puesto, horario, ni destino, sin incentivos y con dos días de vacaciones al mes, no acumulables, aunque permanezca en el mismo puesto durante meses... y con la sensación amarga  de que tengo que estar agradecida, con un sueldo que no me da ni para estar orgullosa de ganarlo.

         La crisis, ese demonio del siglo XXI, ante cuya mención, cualquier abismo se nos hace confortable, a la voz unísona de "podría ser peor", sirve de excusa para no mandar al infierno a quienes ningunean a profesionales de alta cualificación, con el chantaje cierto de que, si  yo renuncio, otro se prestará gustoso para mi puesto. 

         A pesar de ser contrato a tiempo parcial, debo hacer 300 km. diarios, porque la rebaja no se hace en días, sino en horas diarias. Hago el mismo trayecto que para una jornada completa, pero trabajando y cobrando un 25% menos. Pero el combustible cuesta igual. La posibilidad de distribuir el servicio de otra forma, ni se plantea, porque habría que recortar prestaciones al usuario. Y es más fácil, y menos escandaloso, recortar dignidad al trabajador. Recortan el servicio en una cuarta parte, pero el usuario no lo nota, porque nuestro pundonor médico, que nos hace, por vocación, intentar mantener un servicio sensible, como es la atención médica, y la certeza de no encontrar trabajo en otra parte (doy fe), nos hacen cobardes sumisos que justifican la situación porque "es lo que hay". Una especie de síndrome de  Estocolmo entre el Servicio Público de Salud y los profesionales que lo conformamos. 

         Me felicitan mis compañeros en el día de hoy, intentan convencerme de mi fortuna. 

         Pues lo siento...¡¡¡pero no sé que puñetas tengo yo que celebrar hoy!!

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