sábado, 4 de mayo de 2013

¿SABES QUERER...?

                 La primera pregunta que debiéramos hacer cuando empezamos a enamorarnos es...¿tú sabes querer?. Nos ahorraríamos muchos disgustos.

                Hay personas que no saben querer. El amor es un sentimiento, un instinto, una pulsión que no se aprende. Pero querer es la forma que tenemos de dosificar ese amor, de usarlo, de repartirlo. El modo en que lo entregamos a los demás. Y eso sí se aprende. 

                Hay una frase, de esas que circulan por las redes, que dice que si un hombre te trata como una princesa, es que lo ha criado una reina (o un rey, añadiría yo, que para eso soy muy pijotera...). A eso es a lo que me refiero, pero no en cuanto a modales, sino a su modo de querer.

               Hay personas que no te saben querer, por mucho que te amen. Porque no lo aprendieron. No  les enseñaron.  Porque hay familias en las que no se educa a los hijos en quereres. No se les besa, se les abraza, se les habla con cariño y con mimos, ni se les dosifica adecuadamente. Son familias en las que se riñe de forma brusca, en las que no se pide perdón cuando uno hiere, y se asume que no hay que pedirlo. Ni se reconocen los méritos y los aciertos de los niños,  ni se les aplauden a su debido momento. Y aprendemos a abrazar, hablar, y reñir, por imitación de modelos parentales.

               No me refiero a maltratos, ni  falta de amor. Hablo de padres y madres que adoran a sus hijos, pero no saben expresarlo,  no se lo hacen llegar. Y la consecuencia es que ese niño se convierte en un adulto despegado, poco cariñoso con los suyos, brusco o torpe en su relación con los hijos, incapaz de pedirles disculpas  si se equivoca, ni de decirles te quiero mil veces al día, porque se asume que los adora. 


              Igualmente pasa con las parejas. Reconozco que me gusta besar, acariciar y tocar, probablemente en exceso. Si tengo cerca a mi razón para sonreír, me gusta que lo sepa, y necesito, a su vez, que me manifieste su cariño. Para mí es salud, costumbre, necesidad. Es un comportamiento aprendido de mis padres, es lo que he vivido en casa. Por eso también me como a besos a mis hijos, cada vez que puedo, y los piropeo y los achucho a diario. Por eso procuro pedirles disculpas por mis brusquedades y mis ausencias.

             Si tuviera a mi lado un hombre que no me supiera querer, que diera por hecho que sé que me ama, que no me besara aunque fuera con los ojos, cuando está cerca, y no me dijera con cierta frecuencia lo que yo ya sé, por mucho que me amase, no me haría feliz. Porque no sabría quererme.

             Seguro que conoces personas como las que digo. A veces, tienen la suerte de que se enamore de ellos alguien que sí sabe querer, y pueden pasar dos cosas: que aprenda, o que no. Y si no  aprende, la estabilidad de esa pareja depende de la fortaleza del otro y de su generosidad. Y aún gozando de ellas, el camino es espinoso. 

            Yo habría fracasado en una relación así. Carezco de esas cualidades y creo en el carpe diem de los cariños.

           ¿Y tú? ¿Sabes querer?

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