lunes, 14 de enero de 2013

APESTA

                      No tengo ni idea de política internacional, y se me escapa mucho sobre Geografía e Historia, pero últimamente le doy vueltas a un tema que apesta.

                     Malí es uno de esos países africanos que sé que existen por mi profesor de sociales,  y por Kanuté, pero que no  era capaz de situar en el mapa antes de que nos repitieran las noticias sobre su conflicto.

                      Me parece fantástico que las tropas internacionales, y las organizaciones mundiales mediante las cuales, supuestamente, nos ayudamos unos a otros para no destrozar la humanidad, se hayan puesto las pilas para intervenir en Malí, para intentar imponer la paz, expresión bastante contradictoria, dicho sea de paso..., aunque sea tarde, como siempre, y aunque el motivo sea el de ordinario: expoliar al débil. Oro y uranio son las razones humanitarias para evitar que los talibanes controlen Malí.

                     Es evidente que, sin interés económico, ningún país interviene militarmente en otro. A los hechos me remito. Incluso cuando no los tiene, si apoya a las fuerzas internacionales, es en interés patrio, para asegurarse el respaldo cuando lo necesite. 

                    También entiendo que intervenir Siria  tiene todas las papeletas para un conflicto nuclear. Supuestamente también las tenía la Guerra del Golfo, pero el petróleo de Siria no es tan abundante, que a veces apenas da para autoconsumo. Por lo tanto, no genera razones humanitarias para intervenir.

                    No entiendo, como la mayoría, que estemos dejando masacrar de la forma más salvaje e inhumana posible a la población  siria.  ¿Somos capaces de llegar a Marte, de encontrar a Bin Laden, y no podemos detener a Bashar al Assad?
Disculpen que no me lo crea.

                    Supongo que dentro de unos años, reverenciaremos los monumentos fúnebres a sus caídos, con el mismo sentimiento grave con el que bajamos la cabeza en los homenajes a los judíos masacrados.  Pero ahora no nos compensa, no nos conviene  evitar que, mientras escribo, mujeres, hombres y niños sirios estén siendo torturados, violados, desmembrados y destrozados. Derramada su sangre y repartidos sus cuerpos por las calles, como si fuéramos alimañas.


                    La Historia debería servir para corregir errores, pero sólo sirve para demostrarnos que se repite, una y otra vez, gracias a nuestra sabiduría.

                   Ojalá ningún sirio olvide, y nos echen siempre en cara, que la volvimos mientras ellos morían.


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