Ya se acercan, ya vienen los Reyes...
Digan lo que digan los aguafiestas, y los hombres malos de la Navidad, hoy es un día diferente.
Yo siempre fui de natural entusiasta, y me apuntaba a una ronda de aspirinas, como decía mi abuela. Ya, sólo a paracetamol, que la aspirina, a mi edad, empieza a ser gastrolesiva.
El caso es que me tomaba las fiestas como si se fuera a acabar el mundo: siete días de Feria, la Madrugá entera, y había que verlas todas, aunque termináramos a las dos de la tarde, y la Navidad empezaba en noviembre... No conozco el Rocío, pero creo que le ha venido bien a mi salud. No exagero, pregunten a mi madre.
El caso es que las baterías ya no dan para tanto. La Feria es con niños, mejor de día que de noche....A la Madrugá no me llevan desde un mil novecientos y algo...Y las Navidades volvieron a ser mágicas con mis niños. Pero empiezan, como pronto, en la Inmaculada.
Mi día favorito es mañana. Que empieza hoy, claro. Acaban de levantarse y ya están nerviosos, planeando cómo se despertarán mañana.
Como Sevilla es generosa, nos ha regalado un día espléndido, así que iremos a cansarlos desde ya, a esperar que salga la Cabalgata, a desgañitarnos llamando a Melchor (el favorito de papá y Lucía) y Gaspar (mío y de Daniel). Baltasar es de todos, el comodín. Y bailaremos con los beduínos y llamaremos a la prima Cris que toca el bombardino en la banda de los Gitanos, y a sus amigos, Fede y Rocío, que van en una carroza...Y llenaremos de caramelos la bolsa que mamá lleva en el bolso, y papá, que es alto, cogerá algún regalito...
Cuando no les quepa más adrenalina en sus venitas, volveremos a casa. Bañito y sopita, para poder dormir.
Cada cual elegirá donde poner los zapatos bajo el árbol. Mejor las botas, que caben más cosas. Preparar agua para los camellos, y algún detalle para los Reyes, que vendrán cansados. El año pasado se tomaron todo el gin-tonic y los bombones. Este año, Daniel pretende dejarles un sandwich mixto y un zumito. Pero Lucía, que es mayor, apuesta por el anís y unos turroncitos. Me la como!
Y mañana, cuando escuche a los camellos, bajaré a poner la calefacción y las luces del árbol, y les despertaremos asombrados de que haya regalos. Y lo grabaremos todo en vídeo, como cada año desde que las Navidades volvieron a ser mágicas. Para que nuestros niños nos odien por enseñar las grabaciones en su adolescencia. Y yo a mi marido por grabarme en bata y sin peinar.
Yo no he pedido nada. La cuenta de Melchor y Gaspar está como la media española, y dará para una escapadita que encontremos en Trivago. De sobra.
De hecho, no les pido ni siquiera trabajo, o fortuna, o la paz en el mundo. Demasiado jaleo tienen con ilusionar a los niños, como para ocuparse de las tonterías de los mayores. Y no quiero que Merckel, ni Rajoy, ni la prima de todos, los dejen en mal lugar. Sólo les pido que protejan la salud de aquellos a los que quiero, y que me sigan buscando en sus vidas, que las compartan conmigo y me hagan partícipe de lo bueno y de lo malo. Quiero el refugio de sus sonrisas y su abrazo, en este mundo tan complicado.
De aprovechar ese regalo, ya me encargo yo....
No hay comentarios:
Publicar un comentario