jueves, 3 de enero de 2013

"MANINA"

               Hoy cumple 30 tacos mi ahijado.

               Se ha convertido en  un señor alto, capaz de revolearme si me coge en brazos, de ojos verdosos, de esos que llenan la cara, y que cae bien a casi todo el mundo.

              Tiene su vida medio encaminada, enamorado  de su Vane, tirando p'alante como pueden, como hacemos todos, y criando a un bichito  igual que él.

              Llenó mi adolescencia de ternura, me hacía sentirme  importante. Yo sólo tenía 11 años cuando nació, y recuerdo perfectamente el día que su madre, (mi tía antes que comadre) en la cocina de su  piso de Dos Hermanas, me dijo que iba a ser la madrina del primito que esperaba...

            Tuvimos que hacer trampas, porque la Iglesia no permite amadrinar a menores de 13, pero el cura se ve que era algo miope. De padrino,  mi abuelo, el mismo del niño. Fue bonito  el momento de llevarlo a la pila, nerviosita, con aquel bebé melenudo, que era un poquito más mío que del resto de los primos.

            Abusé de mi condición de madrina para cogerlo y mimarlo cuanto quería. Y cuando empezó a chapurrear, me llamaba manina, en lugar de hacerlo por mi nombre. Yo no era su prima, era su manina. Y eso era muy grande para mí. Cuando llegaba a casa, esos ojillos buscándome entre los demás y el abrazo de aquel cuerpecito inquieto, eran momentos especiales, de los que te hacen sonreír para siempre.

            Sus hermanos mayores, también me adoptaron como madrina, y aunque de todas formas hubieran sido mis primos más especiales, el detalle me los vinculaba más, si cabe.

            Ha sido siempre un torbellino. El chico de la familia, el ojito derecho de casi todos. Y el dolor de cabeza.  Era Zipi y Zape juntos, y todo lo que se le ocurría era igual. Un día, por alguna de sus buenas ideas, se quedo clavado por un brazo en la reja de  una casa, y la herida todavía  me duele.

            La vida y las circunstancias de cada uno, nos van alejando del diario, pero mi cariño  por él aguanta eso y más. Y sus abrazos nunca mienten.

            Sé que sigo teniendo un rinconcito especial en su corazón, como él lo tiene en el mío. Así que sólo me queda  felicitarle, y desearle muchos más, llenos de cosas buenas. 

            Besos, Davilucho...!

No hay comentarios:

Publicar un comentario