lunes, 7 de enero de 2013

BUENA RESPUESTA

                    Las esperas en el aeropuerto le resultaban una pérdida de tiempo, pero se había acostumbrado a llevarse un libro a la sala de embarque, y se sentaba a leer en ella, nada más facturar. Llegaba temprano, así que elegía el sitio más cómodo, a poder ser mirando a la cristalera. Le gustaba verlos despegar. Si no acertaba con el libro, perdía el tiempo, pero no el dinero dando vueltas por  el low-cost, como hacía al principio. Era lo único malo de su nuevo trabajo, las esperas aeroportuarias...

                     Estaba nublado y no había muchos vuelos que la distrajeran. El embarque tardaría al menos una hora, según el retraso anunciado por megafonía. Pero hoy había acertado: "11 minutos", de P. Coelho, le tenía metida en la piel de una prostituta brasileña que se estrenaba en el sadomasoquismo suave....Quizás por eso ni presintió que se acercaba. Le tapó apenas los ojos, con dulzura, y le dio un beso en el lóbulo de la oreja izquierda. 

                    Supo quien era al oler la manga de su camisa. Pulcro en su vestir, y su ropa, siempre impecable, de plancha de madre. Y su perfume olía distinto en su piel que en la de cualquier otro hombre.

                    Se saludaron con ganas. Un abrazo fuerte, los brazos de él rodeando su cintura, casi aupándola, y la cara de ella en su cuello. Varios besos y una larga mirada.

           - ¿Qué haces aquí? 
           - Vuelo a Barcelona. Como cada martes desde hace dos meses. Vuelvo los jueves. ¿Y tú? 
           - Un curso de formación de la empresa. Vuelvo esta noche. Si lo sé hubiera cambiado el vuelo para mañana, y quedamos esta noche. Para cenar...
           - Si, claro...

                  Sonríe, murmurando una risa...Está guapo. Tiene ese tipo de barbita cerrada, muy cuidada, como todo él, que le hace algo mayor, pero teniendo en cuenta los  años de diferencia, a ella le  viene bien. No hacen una pareja disparatada.

             -¿No me perdonarás nunca?
             - Ninguna mujer perdona que la rechacen. 

                   Siempre tenía una excusa, pero la única creíble  para ella era que no le convencía hacerlo con  una mujer mayor. Y ella se había quedado con las ganas de enseñarle tantas cosas... A los 30, aquel chico con cuerpo de hombre estaba por pulir. Era un diamante en bruto. Pero siempre tenía una excusa.

                 Hacía más de un año que no se veían, pero seguía teniendo la mirada tímida, que intentaba compensar con piropos y con buena conversación, de ejecutivo experimentado. 

                  Se contaron sus vidas en dos minutos, la parte que les interesaba. Sacó un par de cafés de la máquina y al dárselo él rozó sus dedos.

              - Te he echado de menos
              - ¿Y eso? 
              - Me gustaban los achuchones en el cuartillo.
              - Pues fuiste tú quien no quiso seguir fuera. Nunca. Te lo puse bien fácil.
              - Una vez si.
              - Una...una relación intensa...
              - Ahora si querría..

                  Ya estamos. Habían tenido esta conversación montones de veces. Por teléfono y por mensajes. Muchas intenciones y muy pocos hechos. Lo extraño es que ella siempre tenía la sensación de que era verdad, que de verdad le gustaba, pero que al final, se echaba atrás. Nunca supo la razón. Esta vez pasaría igual. Ella se sonrojó, porque la miraba con ese brillo en los ojos que precedía a buscar el despiste de los demás, para coincidir en la biblioteca o en la sala de máquinas, y tocarse por encima y por debajo de la ropa, conociendo sus bocas por dentro. Nunca terminaban. Demasiado fácil que los pillaran...pero llegaba a casa con las hormonas por las nubes, y terminaba pensando en él con su mano, en la ducha, en el sofá, en la cama...Aquel jovencito, sin saber como, la encendía de veras.

                  Esquivó su mirada con el café, pero tras el último sorbo, él le dio su vaso, puso las manos en su cuello, y acercó suavemente su cabeza, y la besó aprovechando que tenía las dos manos ocupadas con los vasos y la sonrisa sorprendida por su lengua. Fue un beso largo, suave, correspondido, que terminó en cara de esto que es?...

                  En la sala no había más que una pareja que por las pintas eran ingleses. Es fácil distinguir a un inglés en el aeropuerto.  Además miraban hacia el mostrador, así que  nadie vio como la cogía de la mano y entraba en el aseo de caballeros. Ella no daba crédito. Pensaba que era una fantasmada, una broma, pero no soltó la mano.

                 Él echó un vistazo. Vacío. Abrió la primera puerta y no debió gustarle porque tiró de ella hacia la segunda. Entraron y cerró  a la vez que bajaba la tapa del inodoro. Se apretó contra ella en la pared y comenzó a besarla sujetándole una mano por encima de la cabeza. Con la otra empezó a acariciarla, a recorrer su contorno, sus curvas. Suavemente al principio, mientras ella hacía lo propio con su mano libre.
 Se reencontraban, tomaban posiciones. Las respiraciones se aceleraban al ritmo que subía la temperatura, y pronto, las manos de él estrujaban su sujetador, y las de ellas daban fe de la salud de su entrepierna. Liberar sus genitales de aquel encierro era necesario, si quería que el pantalón no estallara.  Le soltó la mano, y mientras ella le desabrochaba el pantalón,  él le quitaba los botones de la camisa, abalanzando su labios contra el escote descubierto. Sus pechos soportaban bien el paso del tiempo. Él ya se lo había comentado...Las manos de ella habían alcanzado la piel. Sus erecciones  seguían siendo de notable alto, como sus proporciones. Ya tenía los sentidos inundados del olor de su piel y sus manos empezaron a acariciar aquel sexo, más que dispuesto a satisfacerla.

                  Sólo una falda de raya diplomática, muy de secretaria, separaba su tanga de aquellas manos, de aquellos dedos de tamaño perfecto para las caricias. Ya tenía el sujetador en el cuello, y él se encargaba de mimar sus pezones, así que se dejó hacer. Cerró los ojos, mirando hacia arriba con la boca entreabierta  ahogando  los gemidos. Enredó los dedos en su cabello cuando le lamía el cuello, mientras su otra mano seguía meciéndose, arriba y abajo. Arqueó la espalda hacia delante, a lo que él contestó levantando la falda, y retirando suavemente la parte delantera del tanga, comenzó a trabajarle el placer con los dedos. Sin prisa, con ganas. Daba la sensación de que estaban en el baño de cualquier hotel, y no en el aseo del aeropuerto. No pasaba nada fuera de aquel metro cuadrado. 

                  Cuando fue suficiente, le dio la vuelta. Ella se agarró con las dos manos a la percha y él terminó de subirle la falda. Sus nalgas, blanquérrimas pero prietas, lucían bien los tangas, y ya no usaba otra cosa. Sintió que las pellizcaba, las amasaba casi, antes de retirarlo. No tuvo que buscar mucho. La inundó con firme suavidad, con un empujón leve, sujetándole las caderas. Se quedaron quietos, percibiendo la sensación, casi sin querer respirar. Empezaron a bailar, a disfrutarse. Los dedos de él volvieron a su pubis  y en unos minutos ella se desbordaba mientras le mordisqueaba el hombro. Se dio la vuelta. El tanga era la única prenda que seguía en su sitio, porque bastaba con apartarlo al lado. Le hizo sentarse en el inodoro y ella se subió a horcajadas. Empezó a cabalgarlo al ritmo que él le marcaba con las manos en su trasero...

                  Sonreían al terminar. Con esas sonrisas de satisfacción inesperada, de fiesta sorpresa. Callaban las risas que intentaban escapar, musitándose tonterías al vestirse. Ponte bien ésto...te has abrochado mal...espera que te ponga bien esos pelos...

                 Salieron juntos, como si salir juntos del aseo de caballeros fuera lo más normal del mundo. No había mucha gente. Tan solo les miró un señor mayor, como quien ve pasar los coches por la calle. 

                Volvieron a sentarse de cara la ventanal de la pista, a charlar de sus cosas...

                - Así que te acordabas de mí...Dijo él.
                - Me quedé con los buenos momentos y con las ocasiones desaprovechadas...Dijo ella.
                - Buena respuesta...

No hay comentarios:

Publicar un comentario