miércoles, 23 de enero de 2013

MI HOMBRE PERFECTO

       Cariño, ¿alguna vez te he hablado de mi hombre perfecto?

        Si hombre, si...Mi hombre perfecto debe andar por ahí, buscándome. Porque tiene muy buen gusto...Es perfecto...

        Es alto, moreno, con unos ojos verdes de esos que te aflojan las piernas. Atlético, pero sin exagerar, que no venga en relieve...Fuerte, que me coja en brazos sin inmutarse, cuando me duela el cuello de besarle hacia arriba.
Labios suaves, y una sonrisa de esas de medio lado, que dejan adivinar lo que piensa...

         Besa de mil formas diferentes, y besa mucho. 

        Las manos bonitas, ni grandes, ni pequeñas, de la talla de mis senos, y expertas en caricias exploradoras.

        Piernas torneadas, duras, donde anclarme cuando las sienta rodeando mis caderas, y que se junten con la espalda con las curvas justas, que ya no da igual  que un hombre tenga el culo feo.

         Obviamente, el tamaño importa. Quien diga que no, es porque su pareja la tiene pequeña (esto es una maldad...). Mi hombre perfecto, la tiene grande, tirando a grandota....con cuatro habitaciones, jardín y piscina.

          Es encantador con mis padres, y su familia me adora. 

         Rico, sin llegar a lo de Grey, que les da por las excentricidades. Le gusta leer y el teatro de Lorca. Y salir conmigo a cenar. Le encantan las mujeres de buen comer y beber. Y cocina. Mejor, cocina muy bien. 

          Bailará  en todas las bodas y saltará conmigo en los conciertos de Dios...Y no comenta cuando conduzco.

          Más que romántico, cariñoso, y nunca siento que no le importo, aunque no me atosiga. 

         Me hace el amor con todos sus plazos...me seduce, me regala, me repite...y me acurruca en el después. A veces, me despierta de madrugada, para seguir...Y le gusta dormir abrazado a mi espalda.

         Hace unos niños geniales, y es un padre ejemplar

         Va a ser compañero ideal cuando los cuerpos no nos sigan, y vayamos cumpliendo etapas. Y siempre parecerá mayor que yo.

         Si le ves, dile donde estoy,  pero sin insistir. Porque desde que te conozco,... ya no tengo prisa por encontrarlo.

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