jueves, 24 de enero de 2013

LA OPORTUNIDAD DEL DESPIDO.

                 Hoy he leído un artículo en el que se reflexionaba sobre la vida tras el despido laboral. 

                 Hablaba de un libro recién publicado, que trata sobre el tema, poniendo ejemplos de casuística desigual, para llegar a una conclusión:  que el despido te ofrece una oportunidad de oro para  reflexionar, para meditar sobre uno mismo y volver a tus orígenes, para recuperar los valores de tus mayores. (No he destripado yo el  final del libro, lo pone en el artículo...). 

                Y me ha indignado. Yo, es que soy de indignación fácil...

                Lo cuenta como si al despedirte, tuvieras la posibilidad de dedicarte a la vida contemplativa, a razonar sobre tus objetivos y tus logros, sobre lo que has hecho bien o no. Habla de que tu mente se abre, y se da cuenta de lo importante que es la familia, los amigos, y lo falseados que tenemos los valores, dando preferencia, en nuestros intereses, al trabajo y los logros materiales. 

               Muy bonito. Lo firmo ya. 

               Lástima que la cuantía del despido que le corresponde hoy a cualquier trabajador, no dé más que para terminar ese mes un poco más desahogado que con la nómina. Lástima que la mayoría de los despedidos cobren una prestación por desempleo irrisoria, porque en sus contratos se consigna una cotización muy por debajo de su sueldo. Sin embargo, la hipoteca, los recibos de la luz y del agua, los impuestos, la gasolina y la costumbre de comer a diario de su familia, no bajan de nivel. Lástima que esa mayoría, lejos de relajarse y disfrutar de su recién adquirida condición de desempleado, no sepa ver el lado positivo al pedir el saldo en el cajero: como no tienes dinero, no tienes que preocuparte de en qué gastarlo.

                 Por supuesto que el despido te hace plantearte tus valores, y retrotraerte a tus orígenes, y recordar la forma de vida que llevaban tus padres, por lo general, más sencilla que la tuya. Porque se nos acostumbró a que los hijos podríamos aspirar a vivir mejor que nuestros padres. Pero estas valoraciones no te llevan a pensamientos positivos, ni a visiones coloristas del futuro.Te hacen pensar que vas a tener que recordar, y poner en práctica, los trucos de tu madre para llenar la olla con un presupuesto imposible, para alargar la vida de la ropa. Esas argucias, que te contaban como anécdota, y nos dejaban la misma expresión que a nuestros hijos cuando les hablamos de la tele en blanco y negro, ya no nos parecen tan divertidas.

                 No necesitas perder el trabajo para saber que el tiempo con los tuyos es lo que de verdad importa, y de que un rato con tus hijos, o tu pareja, no tiene precio. Eso lo piensas también trabajando. Mucho.

                 Lo malo es que vivimos en un mundo en el que adoptamos ideales engañosos como el sueño americano, y nos damos de bruces con la realidad europea. 

                 Ese libro, tiene un sesgo enorme de selección al buscar los ejemplos sobre los que habla. Olvidaron hablar de la mayoría. De esa mayoría que afrontamos el despido como el borde de un precipicio, en el que te sujetan el sueldo de tu pareja, o la pensión de tus padres, o las chapuzas sumergidas. Y esos asideros no son de titanio. 

                 Igual si no estuviera nublado, ni hiciera frío, si estuviera en mi consulta,  si el teléfono sonara de vez en cuando para ofrecerme trabajo, podría apreciar el exceso de tiempo libre que tengo para crecer como persona.

                 Quizás...

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