jueves, 13 de septiembre de 2012

OFICIALMENTE PIADOSOS

          Ya tenemos sentencia firme. Ya somos oficialmente piadosos. 

          Me refiero, claro, a la resolución del caso Bolinaga.

          Entiendo que sus víctimas y sus simpatizantes tuvieran clara su postura desde el principio. A mí me ha costado definirme.

           Sigo en contra de extremismos como la pena de muerte, el ojo por ojo  y la reinserción social sin condiciones. Pero este caso es complejo.

           A la hora de equivocarnos, prefiero ser benévola a castigar en demasía. Me parece menos error. Pero también opino que hay que cumplir con la aplicación de la justicia.

           Si un hombre, cualesquiera que sea su condición o ideología, sufre un cáncer incurable, merece compasión. Cualquier enfermo terminal, merece cuidados paliativos que le garanticen una muerte digna, y proporcionársela dignifica a mi profesión y a mi sociedad.

          Pero este individuo, resulta ser un asesino sin escrúpulos, que no dudó en dar muerte a tres guardias civiles, y con ellos, a sus familias. Tampoco le tembló la mano cada una de las veces que, durante más de 500 días, echó el cerrojo en el zulo del tormento de Ortega Lara. Ni una sola, de tantas ocasiones, se apiadó de él, ni del resto de nosotros, que sufríamos el cautiverio con los suyos.

           Por eso, por la naturaleza impía de este sujeto, se me hace muy cuesta arriba sentir pena. El catecismo no caló tanto en mi conciencia. 

          Entiendo que se ha cumplido la ley, pero no veo razón para excarcelar a quien no terminó de cumplir su condena, con la excusa de que se va a morir.

           Las cárceles españolas no son tercermundistas, y en una de sus celdas se puede procurar una muerte digna. 

            He visto morir a ciudadanos corrientes en casas humildes, de condiciones deplorables, a los que se les proporcionan cuidados y tratamientos que dignifican su fallecimiento. Una celda es tan buen lugar para morir como la habitación de una casa humilde. Se le pudieron proporcionar cuidados paliativos, pero encarcelado.

          Si hay permisos excepcionales para tantas cosas, se le pudo permitir a la familia acompañarle en su agonía. Pero en la cárcel.

          Cuando apretó el gatillo, Bolinaga debió ser consciente de que renunciaba a los privilegios de la libertad. Pero se le han devuelto. 

           A este asesino, más que una muerte digna, se le ha concedido una muerte libre. Y no la merecen ni él, ni las familias que destrozó, ni la memoria de sus víctimas.

          Mi abrazo a estos últimos, que han visto abrirse, otra vez, sus heridas.

2 comentarios:

Ale dijo...

No tenía clara mi postura. Ahora sí.
Totalmente de acuerdo !! ... Que raroooo

Yo no soy sonsi dijo...

Nos hacemos mayores...?

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