miércoles, 7 de marzo de 2012

8 DE MARZO

         Ayer recibí una carta de la Consejera de Sanidad. Me felicitaba, encantadora y arengadora ella, por mi trabajo, reconociendo que desarrollo un " papel irremplazable".
          Tentada estuve, y todavía no lo descarto, de mostrar la misiva al Director del Distrito en que trabajo, por si cree oportuno reconsiderar las condiciones de mi contrato. En vista de que su jefa me considera irremplazable, no es lógico renovar mi contrato mes a mes, avisándome el último día de cada corriente... digo yo.
        Me ha podido la prudencia (no es habitual en mi, pero hablamos de trabajo, y lacosastámumala). Temo que no esté de acuerdo con mi imprescindibilidad. Al contrario que mi banco, convencido de ella cada primero de mes.
        Mi segundo impulso fue contestar que en lugar del Dia de la Mujer, este año deberiamos celebrar el "Dia de la Mujer con Empleo, Aunque sea Precario". El resto, igual no se sienten predispuestas al jolgorio.
       La celebración de mañana es curiosa. Yo no estaba de acuerdo cuando se celebraba el Dia de la Mujer Trabajadora, que excluía a las amas de casa, y por tanto a la mayoría de mis ancestras. Una vez corregido el matiz, nunca le di importancia al dia. Pero creo que si la tiene. Como el día del Niño o del Cáncer. Si se deja de hablar de ciertos temas, se hacen invisibles, por efecto contrario a la rumorología: si se repite mucho un rumor acaba creyéndose cierto.  Si no se habla de un problema, se hace
invisible salvo para quien lo padece.
    
        Yo soy una privilegiada. Vivo en el primer mundo, en una epoca en la que pude estudiar una Licenciatura, gracias a las espaldas y los ánimos de mis padres. Puedo ejercerla, libremente, sin haber notado diferencia de trato respecto a mis compañeros varones. Mi marido no me ayuda en las tareas domésticas, sino que las compartimos a la par. No profeso religión alguna que me secundarice ( soy la única creyente de mi fe, las normas las pongo yo) y me siento realmente libre para decir lo que pienso, y actuar en consecuencia.
      Pero ya he dicho que soy privilegiada. No tengo que mirar muy lejos para encontrar mujeres con menos suerte. Aquella a la que no animaron a estudiar como a sus hermanos, aquellas que trabajan  doble jornada, dentro y fuera de casa, cobrando menos que sus maridos, que solo trabajan una. Aquellas explotadas laboral o sexualmente por su condición de "hembras propiedad de". Mujeres maltratadas, de boca y mano, vecinas o familia nuestras.
   
       Y algo mas lejanas, las consideradas ciudadanas de tercera, menos importantes que animales. Las ocultas tras un burka, mercadeadas como moneda de cambio para pagar favores, mutiladas para que el placer no conduzca sus acciones. Esclavas de sus padres, maridos e hijos.
        Por todas ellas, tan próximas y tan lejanas, es necesario que no se haga invisible el drama que supone, para muchas, nacer mujer. Lo que yo considero un privilegio, para otras es condena.
         Su carta, señora consejera, puede resultar casi frívola en nuestras circunstancias, pero, ciertamente, me ha invitado a la reflexión.
        Mañana, brindaré con las privilegiadas y tendré un recuerdo para las que no lo son.

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