martes, 6 de marzo de 2012

VA POR USTEDES...!

       Hace escasos meses, a primeros de octubre, desayunaba yo en la capital de la Mezquita, y comentaba a mi amigo, absorto en su tostada,  la brutalidad innecesaria de la foto de la portada de ABC.  El asta de un toro atravesando la cara de Padilla, no era necesaria para imaginar el alcance de la cornada.  Recuerdo haber pensado en a mala suerte del torero, que empezando a figurar en grande, perdía un ojo.

      Ayer me sorprendía la crónica de su vuelta a los ruedos. La imagen de este hombre, no tan joven ya, vestido de torero, con patillas bandoleras y parche de pirata, se me antojaba ciertamente...esperpéntica. Lo siento, soy así de asna. No le encuentro la belleza.

     Se me vino a la cabeza la frase de D. Ramón Vila, cirujano taurino por antonomasia, al que disfruté conferenciando sobre lo suyo. Decía él que los toreros "están hechos de otra pasta", que era la única explicación para que, con una pierna abierta por veinte centímetros de asta, desgarrada y sangrante,  se anuden el corbatín de un subalterno y terminen la faena antes de entrar en la enfermería. Comparado con el espectáculo  de un futbolista ante una patada, impresiona; aunque a veces, los que patean tienen más cuernos que  los de las plazas....

      Cierto es. Son de otra pasta. Tal vez por ello no hay toreros calvos (nadie ha sabido explicarme eso....)

      Con todo mi respeto por delante  para los hombres y escasas mujeres que se  ganan la vida arriesgándola frente a un toro, entiendo que la afición, el entrenamiento y la fe ciega en un modo de vida y de pensamiento, funcionan como  vivero para generar voluntades como la de Padilla, y algún que otro majara de moda, que busca morir  dramáticamente para nunca morir del todo.

       Y ya metidos en faena, toca mojarse y tomar partido o no, por los toros. Me ha costado formarme opinión, pero ahora que la tengo, vamos a ganar amigos....

      Mis principios elementales, los que quiero transmitir a mis hijos,  pelearon con  la influencia que la tradición y mis mayores ejercieron en mis apetitos artísticos. Ganaron los primeros, así que me reafirmo en mi ya decidida condena a la tauromaquia.

      No comulgo con que mi país presuma de una Fiesta Nacional en la que se celebra la muerte ritualmente torturadora de un animal, y no levantaría un dedo para evitar que se prohíban las corridas. Pienso que es una tradición abocada a desaparecer, por incongruente con los valores éticos imperantes. Eso sí, no espero que suceda en dos días. 

      Como a estas alturas alguno ya me habrá puesto verde, decir sólo que me costó decidir. Me he criado en Sevilla y olé, y mi familia es aficionada a los toros, sin posibles, pero en casa se veían todas las corridas televisadas, y a veces, mis padres y abuelos se permiten ir a la plaza.  Los recuerdos de mi infancia incluyen la admiración por Paquirri, Espartaco y el Soro. Recuerdo a mi hermano jugando con un estoque de madera y una muleta, para jolgorio familiar, pero sin mucho estilo. Se está quedando calvo, así que no habría sido torero, de todas formas...

       A base de verlos, aprendí la liturgia de la fiesta, la secuencia de los tercios y el papel de cada quien. La jerarquía, los gestos, los toques de clarín, las normas. El vocabulario básico (acervo cultural, que para mi se queda, lo reconozco)  Llegué a ver la belleza de un muletazo bien ejecutado, en el sitio, con temple. A emocionarme con un par de banderillas lucido, y se me ha escapado algún olé celebrando certeras estocadas.

       Condenar la tauromaquia me priva de potenciales emociones, porque gozo la estética de lo taurino. Pero , simplemente, no quiero que mis hijos lo aprecien. No quiero que disfruten o consideren bello un espectáculo en el que se maltrata un animal hasta matarlo, al igual que no quiero que se aficionen a la caza (lo siento, Papá, tu escopeta la heredará otro...), ni que les entretenga cortar el rabo a una lagartija, ni estrellar gatitos contra la pared (era  el deporte propio de un barrio que conocí).

       No voy a entrar  a discutir  sobre la supervivencia del toro bravo como raza. Si tanto interés hay, que se le proteja como al lince, o se guarde su ADN, por si acaso. De todos modos, ni siquiera es una especie surgida por un proceso de selección natural, sino  por los cruces experimentales y caprichosos de los ganaderos.


      Tampoco son excusa la cantidad de familias que viven de toro. También las hay que viven del contrabando de tabaco y se les persigue. Y el tabaco es legal, por eso no he nombrado la cocaína (aquí, igual me he pasado...)

     Otro argumento es la expresión artística: señores, aprendan a bailar o practiquen otro "deporte" con el que contentar a sus musas, que ya hay suficiente material grabado, escrito y pintado como para que lo entiendan las futuras generaciones.

      Y lo de que el toro no sufre...venga ya!! Es que, aunque fuera cierto, están ustedes clavando puyas, arpones y espadas en el cuerpo de un ser vivo. ¿Acaso herirle las piernas a un parapléjico que no las siente, es menos condenable que hacerlo con usted? (Esa ha entrado caída, para descabello...)

      Supongo que este escrito es un ejercicio de autoconvencimiento, para no dudar cuando mi hija empiece a preguntar sobre los toros, cuando vea que Sevilla se vuelca en su Feria, y que yo no jaleo a sus héroes.

       Mi sincero respeto a los aficionados y a los profesionales  del toro. Mi brindis (de copa, no de montera), por una reinserción laboral favorable y pronta para todos ellos. Y yo que lo vea. Amén.





    

1 comentario:

Ali dijo...

YO NUNCA HE LLEGADO A COMPRENDER LA EMOCION DE VER "LOS TOROS" AUN PERTENECIENDO A LA MISMA FAMILIA

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