Erase una vez, él y ella, un bocadillo seco y una cama.
Durante unas horas no existe nada mas que sus pieles, sus bocas y sus manos, enredándose, soltándose, mezclando sus olores con gemidos.
Placer y besos, algún secreto.
Así es la vida, apenas ocasiones esquilmadas a la rutina para ellos, la mínima parte que concedemos a lo que importa.
Al rato amanece y el ruido vuelve a robarles los susurros.
Vuelven a pertenecer a la ciudad, como aquel poema de Cortázar...
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