Que alguien me explique cómo se le echa la bronca a un petardo de cuatro años, con cara de travieso,(y la cara es el espejo del alma), que se presenta con la camisa nueva de las comuniones manchada de helado, diciendo entre risas, que viene a darte un beso, "pimpeza", para mancharte la cara con sus morros chorreantes de chocolate...
O cuando derrama el zumo en el suelo de madera, para que tú no te canses llevando el desayuno a la mesa, que para eso está él. Que estás cansada, mami...
Y cómo mandas a la cama sin rechistar, a una niña a la que no recuerdas haber reñido en serio en sus ocho años, cuando te pide quedarse un poquito más, porque no ha tenido bastante pasando todo el día contigo, que quiere más abrazos y más mimos, que tus besos siempre son pocos....
Debería existir una técnica para disimular la risa, para mantener el supuesto enfado y ser coherente con la riña. Algo así como los hombres que controlan su precocidad concentrándose en imágenes menos agradables que lo que tienen entre manos...Trucos, técnicas, argucias.
Las pocas veces que he tenido que ser firme ante ellos y poner límites serios, he controlado la situación, pues entre mis genes viene uno, el de madre siesa, que me aporta un rictus facial paralizante y un tono de voz hipnotizante, ambos con el poder de cambiar el comportamiento inmediato de los humanos menores de 10 años. Este gen me hace bastante impopular ante las abuelas, pero...es lo que hay.
Con los mayores, no me vale. Los conocidos son inmunes y los desconocidos llegan a ignorarme...
El caso es que controlo los desmanes graves, pero no las pequeñeces, las travesuras y los momentazos que me regalan mis pequeños amores.
Si alguien conoce la forma....bueno, mejor no me la digan. Le restaría sonrisas a mi vida.
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