lunes, 4 de junio de 2012

LA MUJER DEL CÉSAR

         La mujer del César, no sólo debe ser honesta, sino también parecerlo.

         Esta frase siempre me ha indignado, porque me repatea que nadie tenga que dar explicaciones de su vida privada. Pienso que debe existir una parcela de intimidad inviolable, sea cual sea el cargo, o posición del individuo. Creo que esta norma genera humanidad, en medio de tanta despersonalización.

         Sigo opinando igual, pero creo que la frase, debidamente matizada, respetando los límites de la privacidad, debería ser modus operandi de aquellos que representan y administran cargos públicos. Exigible cuando esos cargos los otorga el voto ciudadano, y rotundamente  más, si el cargo es de libre designación. A dedo, para entendernos.

         Un Presidente del Tribunal Supremo no debería ser tema ponzoñoso. Nunca. Estamos hablando de un señor que ostenta un puesto institucional esencial, que debe garantizar un derecho fundamental para todos, que debe velar por los intereses ciudadanos de forma limpia y transparente. Sin puntos oscuros o secretos en su actividad laboral. Un puesto cuya agenda debería ser pública e incuestionable.

         No me juzguen ingenua. Conozco y comprendo el secreto profesional y su necesidad, y no necesito fiscalizar con quien y qué habla este señor para llevar a cabo su labor. Pero no encuentro la pertinencia de que reuniones secretas, para  conversaciones secretas, con personas secretas, se den en hoteles de lujo y restaurantes de  Marbella. Se me ocurren un par de sitios mas discretos.... Lo de los encuentros de espías en lugares públicos, como  el museo del Louvre, es mas de películas  de Bond. Y, señor Dívar, aunque  se alojase en un hotel de cuatro estrellas, se le olvidó mencionar que está reconocido como el hotel de cuatro estrellas mas caro del mundo. Un detallín.

        Aparte del hiriente descaro de declarar que 6000 euros son una minucia, con la que está cayendo....no entiendo como un ciudadano presuntamente ejemplar,  que maneja los hilos de la Justicia de un país democrático, no guarda exquisito celo en cuanto a la financiación y justificación de sus movimientos, máxime si, como defiende, son legítimos. Con su  credibilidad, se ha perdido también la poca que le quedaba a la institución que dirige, haciendo flaco favor al Poder Judicial y a los ciudadanos, supuestamente amparados por el mismo.


         Pero no me preocupa este escandalillo de tres o cuatro telediarios de magnitud. Es un seísmo menor. Me preocupa que la sociedad se indigne por el pecado escabroso, por el gasto indebido y su consecuente morbo (retahíla de historias de homosexualidad, banquetes e infidelidades...), y sin embargo no se cuestione el verdadero pecado de este hombre: la ineficacia absoluta en el funcionamiento del Poder Judicial y el atasco ingente de expedientes en el Tribunal Supremo. El desamparo judicial de los ciudadanos, ese es el verdadero escándalo.  No podemos dar por hecho consumado el mal funcionamiento de los tribunales, cuando mantenemos cargos públicos cuya obligación es trabajar para resolverlo. Si a mi se me exigen resultados en mi trabajo, a ellos también.


         La mujer del César que a mi me interesa, no es la que se pasea en mejor o peor compañía por Marbella, entregada a trabajos más o menos justificables. La que me interesa que sea honesta, y además lo parezca, es la que debe trabajar para que ese organismo funcione, para que se resuelvan  los casos pendientes, y además, lo parezca. Para que se nos devuelva la confianza en la Justicia y quienes la administran. Que no tengamos que dar por buena aquella famosa aseveración de que "la justicia es un cachondeo"...

        Este es el pecado por el que deberíamos juzgar al individuo. Por el otro, ya debiera haber dimitido él, demostrando algo de dignidad. 

        Un juez que admite un delito, y acepta su consecuencia, tendría que ser parte de la normalidad, en una Democracia madura. En cambio, tenemos uno que lo niega, oculta datos, y desprecia al auditorio, considerándolo indigno para juzgarle. Porque la presunción de inocencia existe para todos, pero este señor es la mujer del César....

        Pienso yo.




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