Cuando crees que alguien es especial, que tienes un trocito de su alma y que puedes confiar en su cariño para siempre, tienes un preciado tesoro. La ilusión de esa certeza, es un asidero en los precipicios.
Cuando te falla, te deja caer, o descubres su doble juego, del que te excluye por insignificante, pierdes más que la ilusión. Pierdes un ladrillo del castillo que es tu vida.
Si esa amiga, o ese amor, te ignoran, nunca sabrás si lo hace porque te supone fuerte, convencida de su cariño, o porque se olvidó de quererte en sus días.
Descubres que tu rincón acogedor no es más que decorado, atrezzo. Y que el otro no se preocupó ni por desmontarlo. Simplemente te abandona a tu merced.
La nostalgia es el recurso al que agarrarte, para no afrontar la decepción. Una forma de aplazar el duelo.
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