jueves, 21 de junio de 2012

SIESTAS



           Una de las cosas buenas, buenérrimas del verano andaluz, es la siesta. Ese bendito rato en el que reposas el cuerpo y el alma, después de comer, para levantarte capaz de seguir el resto del día. 

            Recomendable en toda época, necesaria en verano. La mejor es, sin duda, ese día que vuelves de la playa con la sardinita cumplimentada, almuerzas lo que sea con gazpacho, y tu tajaíta de sandía  de postre. Te tumbas en el sofá bueno, con el ventilador de frente, y...la vuelta ciclista a España. Esa siesta es para roncar. Para colmo, que te despierten con un helado.

            Aunque a mí, la siesta que me gusta es esa en la que no se duerme. Lo admito. Hay dos momentos del día especialmente sensuales para mí: el amanecer y la siesta. 

            Debe ser lo soporífero de la digestión, que relaja el cuerpo e invita al reposo, pero cuando la siesta se afortuna acompañada por la persona precisa...cae fijo!

             Ya sea cama o sofá, en la penumbra de sobremesa, cuando se corren  las cortinas en pos de sombra y frescor...a mi me pone. Y con ventilador, más.

             Puedo jactarme de haber disfrutado grandes siestas, especialmente en escapaditas románticas en sitios con mar. Siestas arriesgadas, siendo novios, en casa de sus padres. Siestas descaradas, en fines de semana con amigos. Siestas habilidosas, con los niños dormidos en el otro sofá.... He perdido bikinis en alguna siesta.

             Por alguna extraña razón, hoy que comienza el verano, se me ha venido a la cabeza. Serán las hormonas, la ropa ligerita...

            Espero que el comentario del otro día de mi jefe, acerca de un turno fijo de tarde, fuera una de sus bromas. Es que tiene un humor...! Un besito, jefe, que te quiero una jartá.

           Ojú, que caló...!


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