lunes, 8 de octubre de 2012

LECCIÓN DE FORTALEZA

           La mayoría de las personas que conoces te pueden dar una lección en algo. Por deleznables que parezcan, siempre esconden alguna moraleja, buena o mala. 

          Últimamente pienso mucho en una mujer, a la que los años  de trato y su cariño para conmigo, me han hecho querer sin reservas. 

          Es una mujer sencilla, llena de valores buenos y vacía de egoísmo. Pasó de niña, a novia del que  hoy es su marido, a los trece años. Cosas de los sesenta. Era una jovencita guapa(de ahí su hija y su nieta), virtuosa y discreta. La candidata ideal para esposa. Peluquera, aunque, por supuesto, lo abandonó para criar a su familia, que trabajaba el marido, como dios manda...Cosas de los setenta.

          Ha sido esposa intachable, más allá de lo exigible, y el reconocimiento a su dedicación nunca ha estado a la altura.

          Madre amorosa donde las haya, con fallos, como todas las madres. Aunque nosotras  copiemos sus errores después.

         Y abuela de pucheros, de  mesas llenas, de achuchones y de cientos de besos. De cantar nanas y acurrucar para dormir. Los niños se crían mejor con abuelas así.

         La conocí a  los 16 años, y jamás me regaló un mal gesto, ni un desagrado. Me acogió como una más de su camada, a pesar de que me llevé a su primogénito. Probablemente, adivinó que le daríamos  dos de sus mayores tesoros: la mitad de sus nietos. Y me consta que me culpa de muchas de las sonrisas de  su hijo.

        Su vida, como tantas, ha estado llena de luces y  sombras, y esa mezcla, la penumbra, no ha dejado que brillara la mujer inmensa que lleva dentro. 

        Sufre, desde hace años, la enfermedad en casa. Los detalles no importan. 
Y  hace meses, la muerte le arrebató su vida, pero sin matarla, que es peor. Le cortó de un tajo la mayor de sus arterias, la que le suministraba alegría, ilusión, paz. Su corazón mismo. Su niña.

        La lección más grande de las muchas que me ha dado, ha sido de fortaleza. Su frágil apariencia esconde una de las mujeres más fuertes que conozco. Un ser inquebrantable, pese al dolor continuo, físico y psíquico, que no se permitirá derrumbarse mientras su esposo enfermo la necesite. Un esposo al que no dejaría desamparado, aunque fuese el peor del mundo.

        Si alguien sabe donde los venden, me gustaría regalarle unos años de felicidad sencilla. De vida sin dolor, de disfrutar de sus nietos, de pasear sin carga, de soltar los lastres que tiran de su persona, que la hunden en el mar de su pena.

       Le doy las gracias por su cariño, por sus puertas abiertas, sin  meterse en las mías, y porque tiene la culpa de todo lo bueno que me da su hijo.


       Pocas personas pueden  decir ésto de su suegra. Yo tengo esa suerte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

SER SUEGRA TIENE QUE SER MUUUUUY COMPLICADO, OJALA ALGUN DIA LAS PAREJAS DE MIS HIJOS ME "QUIERAN SIN RESERVA", QUE ME ESCRIBAN ALGO TAN BONITO YA SERIA MUCHO PEDIR.

Yo no soy sonsi dijo...

Gracias, anónimo...

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