martes, 23 de octubre de 2012

SOBRAN PLAÑIDERAS

                Corren ríos de tinta, se comenta por las esquinas, se lamentan las comadres y no hacen falta plañideras, porque hay llantos de sobra.

               Un desalmado, en nombre su malentendido amor, ha matado a una niña de trece años.

               Cuando suceden estas tragedias, nadie parece entender, buscamos excusas que justifiquen lo injustificable, y solemos concluir que la locura apretó el gatillo.

              Es cierto que a esta niña la mató, por mano del miserable, una enfermedad. Pero no mental, sino social.

               Algo mina la salud de esta sociedad, cuando en una pedanía, donde se conocen todos, se permite llegar a una situación tan explosiva como la que había. "Entre todos la mataron y ella sola se murió...", decía mi abuela en estos casos, en los que no se  asumen culpas.

               No conozco los detalles, ni las gentes, y no pretendo juzgarles. Líbreme mi escasa inteligencia. Pero hay demasiadas peculiaridades, demasiadas sinrazones  en esta historia, como para que nadie pusiera pies en pared, y la zanjara.

               Entiendo que hay personas  cuyo desarrollo mental, intelectual, familiar, etc, no son los adecuados, y les provoca desequilibrios en sus valores, sus limites, dificultan su discernimiento en cuanto al bien y el mal. Entiendo que hay situaciones en las que un hombre de 39 años se obsesione de una niña de 11, incluso que ambos lo confundan con amor, uno por distorsión de criterio, y la otra por falta del mismo.

              Pero no me explico que la situación se prolongue durante dos años.

             Cierto es que la niña, instintivamente, había decidido terminar aquello. Pero una niña no sabe manejar estas situaciones. Si mujeres maduras se ven incapaces de abandonar relaciones  viciadas, degradantes, y siguen siendo manipuladas y maltratadas sin saber escapar, ¿como lo hace una cría?

            ¿Quien enseña a su familia a aleccionarla sobre su error, a plantar cara al embaucador?

            ¿Cómo es posible, que tras múltiples insultos y amenazas de muerte, a la niña y a sus allegados, con sus correspondientes denuncias, y siendo conocido el sujeto  por sus "rarezas", y modos conflictivos, las autoridades locales no pusieran coto, y se le permitiera conservar más de diez armas de fuego en su casa?

             ¿Dejamos un martillo en manos de un niño, que amenaza con romper la vajilla, sólo porque nunca lo ha hecho?

              ¿Tan disfuncional es el entorno de él, que no apoya al de la niña? Yo tengo un hermano de 35, y me resultaría muy difícil entender que llegara a casa con una pareja de menos de ventialgo...

              ¿Hay forma de comprender que un menor a los 13 años, pueda, legalmente, dar su consentimiento para tener relaciones sexuales con un adulto? ¿Entonces, por qué necesita la autorización de los padres para ir de excursión con el colegio? ¿Por qué le visita el Pediatra? Que yo sepa, para dar consentimiento de algo, hay que tener conocimiento.

               Yo me sumo a los culpables, a los que no hacemos nada por cambiar las cosas y nos lamentamos cuando todo pasó. Mi miedo es igual al de todos los padres, cuyos hijos están expuestos a desquiciados, amparados por normas obsoletas.

                Pero este rinconcito me proporciona mi derecho al pataleo, y necesitaba contarlo, como forma simbólica de abrazo a la familia de Almudena. Otra muesca más en la culata de las muertes absurdas.

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