lunes, 14 de mayo de 2012

A SOLAS.

             Nadie puede imaginar su descaro y   desvergüenza  (entendida como falta de pudor) en la intimidad.  Es otra de las cosas que me gustan de él.  Es un hombre serio de cara a la galería, de humor irónico, casi escaso, de sonrisa franca, pero poco gastada. Apenas le tratas, descubres que es una funda, que tiene un  trato amable y ojos sinceros, pero no se los regala a cualquiera.

             A solas, me besa con ternura infinita o con ansia de atrasos, según toque. Cualquiera de sus besos me convierte en un poquito mas suya, aunque no pretenda dicha posesión. Se desnuda de ropa y humores, y me regala ratos que no sé si merezco. A veces dudo si me conmueve más acariciar su piel o su alma. Preciados ambos para mí.


            Me divierte infinitamente. Es necesario que el hombre que te hace el amor te haga también la risa. Un amante aburrido debe ser como una fiesta sin música. Lastimosos ambos.

             Y hay pocos momentos comparables al rato que sigue a nuestras horizontales refriegas, cuando todavía mi piel no ha recuperado su tranquilidad y cualquier roce es susceptible se sentirse como caricia. Mi cabeza en su pecho, refugio de mis cuitas. Es el mejor sitio para escuchar sus palabras, donde me cuenta sus batallas, mientras acaricia mi pelo, me besa de cuando en cuando, y sus caricias me miman la espalda.

            A solas, nos reímos del mundo que se mofa de nosotros, que nos bambolea a su antojo, nos pone zancadillas  y se divierte como gato con ratón, viendo si resistimos sus juegos o dejaremos que nos separen sus caprichos.

           Su sonrisa, su mirada cuando su boca está mas dentro de  mí, que la mía propia, son la piedra donde apoyarme para mover el mundo. Si hace falta, lo pondré boca abajo cualquier día, con tal de seguir en su vida.
           

          Nadie puede imaginar quién es, cuando se desnuda para mí.


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