En mi caso, nunca me gustó el olor del tabaco. Lo tolero perfectamente, pero no me agrada. En la época peligrosa, de adolescente, mis amigo/as no solían fumar, con lo que era más fácil evitarlo. Mis numerosos novios (uno) tampoco fumaban. Dos suertes seguidas. Y mi padre, fumador empedernido de dos paquetes de Ducados diarios, lo dejó y puso 20 kg a base de pipas, para dar ejemplo en casa.
Le salió bien a medias: yo no fumé. Mis dos hermanos si...Pero sólo por dejarlo él, mereció la pena. Hace más de 25 años, y hoy es un pensionista capaz de cansar a cualquier treintañero, orgulloso de su capacidad cuando se compara con sus amigos.
No voy a hacer alegatos en contra del tabaco. Que aburrimiento. Todos sabemos a estas alturas que mata. Además, mata lentamente, y con muertes horribles. Para nadie es agradable un enfermo con toses, flemas y ahogos. Asfixiarse durante años es un martirio considerable.
Mata la vida y también sus encantos. Mina lentamente la salud y condena a su reo a una máquina de oxigeno, pegado a la cual se consume. Mis niños lo saben ya, porque nunca han podido jugar en un parque con su otro abuelo, conectado a su bombona desde que recuerdan. Son auténticos intolerantes, cruzados contra el tabaco. A ver si les dura.
Supongo que la mijita de inteligencia que nos queda, hará que poco a poco sean menos los fumadores, y por tanto los enfermos. Si hemos conseguido ponernos el cinturón de seguridad y correr menos para proteger vidas, habrá que hacer lo mismo con el humo...
Sólo quería desde aquí, animar a mis fumadores queridos (que son unos cuantos...) a que lo dejen, y felicitar a los que lo consiguieron. Y quitarme el sombrero ante los que nunca lo probaron.
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